Luego de un paseo provechoso por Madrid donde me hice nuevos amigos y visité las mejores universidades, llegó la hora de partir para Atocha. Ese lugar es el puerto de partida hacia el sur del país para los que viajan en tren o en bus. Por aproximadamente $60 americanos, conseguí un asiento abordo del AVE – el tren de alta velocidad RENFE – rumbo a Sevilla. Por este medio, el desplazamiento se hace en unas 3 horas y media. Al llegar a mi destino, me encontraría nuevamente con un muy querido amigo de la época en que viví en el Perú, Alejandro Alves y su linda familia. Cuando terminaron su misión con Telefónica en Lima, también volvieron a su centro operativo como lo hicimos nosotros.
La Giralda, en Sevilla |
La velocidad en la que me trasladaba de una ciudad a otra, no me permitía ver absolutamente nada del paisaje en el camino, que de todas maneras estaba sofocado bajo una gruesa sábana nocturna. Me imaginaba el aspecto estético de Sevilla. Suponía que la arquitectura iba a ser similar a la de Madrid y los preciosos edificios coloniales que se pueden ver en América. Siendo la cuarta ciudad más grande del país, no pensaba que encontraría menos esplendor en comparación a Londres, París, Roma – todas estas ciudades aun me quedaban por conocer – o mismo Madrid. El propósito de este tramo de mi viaje era más que nada aprovechar el reencuentro con mi querido amigo después de 3 años. Me di cuenta en ese momento de lo rápido que puede pasar el tiempo. Después de una corta escala en Córdoba (nuevamente, no mucho que ver por la ventana en la oscuridad), Alejandro y su padre, Adolfo, me recibieron con los brazos abiertos.
En los días a seguir, Adolfo y Alejandro fueron mis guías para recorrer la ciudad. Aprecié mucho la compañía de Adolfo quién explicó cada milímetro de su ciudad con un gran orgullo, desde las torres de oro y plata hasta el lema de la ciudad, “Sevilla No-madeja-do” que se podía ver en todas partes. Sólo era cuestión de abrir los ojos para darse uno cuenta que todo lo que pensé acerca de la apariencia de la ciudad era equivocada. Una increíble historia de cientos, casi miles de años, me rodeaba. El casco antiguo es uno de los más grandes de toda Europa, el cual incluye varios edificios que son patrimonio mundial de la UNESCO. El más imponente de estos, es sin lugar a duda, la Giralda, la cual se puede ver fácilmente a distancia. Este majestuoso edificio comparte un parecido a un minaret, haciendo que el visitante se sienta como si estuviese paseando en alguna ciudad musulmana en el norte de África. De hecho, originalmente sirvió como parte de una mesquita construida por los moros en la época de Al-Andalus y así permaneció hasta la fecha después de la Reconquista.
Al acercarse a la Giralda, se nota que era un minaret que fue convertido en un campanario y hace parte de la catedral. Lo más curioso es que los cimientos y las estructuras soportando la construcción de la catedral siguen siendo las típicas de una mesquita pero las decoraciones por dentro son cristianas, incluyendo altares, imágenes y otros elementos decorativos. Los materiales usados para crear muchos de estos artículos que acabo de mencionar fueron oro y plata traídos del Nuevo Mundo. ¿Qué hubiera sido de América Latina si toda esta riqueza hubiera permanecido en su lugar de origen? Muchas de las vírgenes y altares pesan mucho más de lo que nos atrevemos a imaginar y en Semana Santa, se pasean por las calles de la ciudad reviviendo año trás año un rito sagrado para el pueblo sevillano. Es una tradición muy valorada que sigue siendo pasada de una generación a otra. Me pareció fascinante el apego del andaluz a sus raíces que, aunque el español ha dejado de ser igual de creyente que los Latinoamericanos, sus tradiciones fundamentadas en la religión no corren el riesgo de desaparecer.
Alejandro, mi querido guía de turismo |
Desafortunadamente, el tiempo que pasé en Sevilla fue limitado para poder conocer más acerca de su historia para satisfacer mi curiosidad. Tuve tiempo para rezarle a la Virgen de la Macarena, visité las cedes de la Expo 1928 y 1992 y los Archivos de las Indias. La diversidad cultural en ese país fue algo que no me esperaba y empecé a darme cuenta que muchos pueblos (tal como lo había mencionado en una entrada anterior) forman el Reino de España. Muchas de las colonias parecen haber sido éxitos para formar una identidad nacional más consolidada que en la Madre Patria. Esperaba poder tener tiempo en otra oportunidad de volver a la península ibérica para conocer mejor los demás pueblos que forman parte del reino y su historia.
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