En segundo
lugar después de Rusia en cuanto a superficie terrestre, el Canadá tiene mucho
espacio y naturaleza para disfrutar. Pocos se dan cuenta que para nosotros, un
paseo en coche de seis horas es algo normal y lo hacemos con gusto para pasar
unas cortas vacaciones lejos de nuestro día a día. Los que nos vienen a visitarnos terminan algo agobiados por todo el tiempo recorrido en coche viendo mucho
paisaje que después de un rato parece repetirse. En otros lugares del mundo, bueno… estarían ya en otro país después de tan largo viaje – quizás exagero un poco pero todo entra en el argumento
principal de este cuento (espero).
Nuestra casa de campo en La Malbaie |
A fines del verano de 2005, los
Bickford efectuaron un precioso viaje – unas 6 a 7 horas recorriendo Quebec
(digamos que es como si fuera a la esquina nada mas de casa) – para llegar a La Malbaie. El
Quebec rural tiene interrupciones curiosas distrayendo la vista del paisaje
natural como Eco-museos vendiendo quesos frescos, sandwicherias donde uno puede
comprar un casse-croûte y hasta a
veces clubes de striptease en medio de la nada – puede que este último sea un elemento
importante dentro de la constitución del Quebec de tener acceso a las mujeres
de la vida alegre. El último tramo de autopista acompaña al río Saint-Laurent
(alias San Lorenzo) hasta donde desemboca en una bahía y el otro lado llega a
un pueblo.
La Malbaie es este pueblo que contempla
la bahía – nombrado en francés antiguo La Mala Bahía – pero realmente no tiene
nada de malo. Los piratas y bucaneros se despidieron hace mucho tiempo. El
tramo principal que atraviesa el centro tiene tiendas importantes para
sobrevivir la estadía tales como un supermercado Metro, almacenes de ropa
(imaginen marcas desconocidas en vez de Armani o Aeropostale) y un local de Société des alcools du Québec. Pudimos
aprovisionarnos adecuadamente en estos locales, comprando carne de caballo –
estoy de acuerdo, parece un crimen contra la naturaleza – trucha ahumada,
carnes frías de avestruz y otras delicias que ofenderían a cualquier vegetariano
disciplinado.
Viendo que los Bickford somos
gente muy discreta, alquilamos quizás la casa más grande del pueblo entero.
Tres personas pasaron una semana dentro de una casa que podía acoger hasta 12
personas. Esta fue propiedad de un magnate americano a principios de los años
1900. En nuestra propia defensa, nos salía regalado comparado con cabañas de
calidad inferior en Ontario y necesitábamos espacio. Claro que no quiero
parecer anti-patriota de mi querida provincia natal pero la gente de Quebec sabe
acoger y atender muy bien a sus visitantes. Como dicen, la primera impresión es
la más importante. La casa estaba ubicada en el punto más alto de la loma a la
orilla del pueblo, como si se tratara de una percha, contemplando la bahía y
en un día despejado, hasta se podía ver el pueblo de Rivière du Loup a lo lejos.
Siempre hay tiempo para un buen asado |
Los viajes en auto pueden ser
largos en este país pero realmente merece la pena para cambiar un poco de
panorama y encontrar un ambiente de tranquilidad. Muchos destinos frecuentados
por un alto volumen de turistas suele angustiar a la gente local y también hasta
otros visitantes. El viajero moderno parece dejar el sentido común en casa, el
cual es como una tarjeta de crédito: no dejen su hogar sin ella. Esta región
fue el destino para la élite de las ciudades de Quebec y Montreal que solían ir
a pasar vacaciones y aún lo hacen en el Chateau Richelieu, un hotel que sigue
siendo de lujo, pero ahora es administrado por la cadena Fairmont. Les
recomiendo pasar unos días para conocer una serenidad sin igual, ver ballenas
en su habitat y degustar comida suculenta. Su presupuesto llegará lejos en esta
parte del mundo.