Durante el verano del 2007, fui
aceptado al programa que tenía como número uno en mi lista para hacer mi
maestría en Barcelona. La ley de la atracción Me imagino que funcionó la ley de
la atracción. Como muchos de los que vivieron una vida como TCK, se me subía la
bilirrubina – ay… me sube la bilirrubina
– del viajero, suplicándome un cambio después de tres años en un mismo lugar.
Aunque me gustó el tiempo recorrido en capital, ya era hora de partir
nuevamente hacia una nueva aventura.
Entre las cosas más
desagradables de poner un punto final al presente para prepararse al próximo
paso es la mudanza. Los funcionarios públicos y ejecutivos importantes que
mandan a llevar a cabo una agenda importante en el extranjero son muy bien
cuidados – aunque suelen quejarse de lo estresante que es mudarse. Sólo debe
uno cachetear las cajas con etiquetas diciendo, este se queda acá, este otro se
va por mar y este último por avión. ¡Olé! Tremendamente fácil. Lo más
preocupante es el enigma de esperar a ver si el nuevo domicilio estará en una
buena zona cerca de buen shopping.
Para nosotros los mortales
comunes y corrientes, creo que todos podemos estar de acuerdo con esto, este
proceso es igual de entretenido como clavarse un martillo en la mano. Ambas
cosas son una tremenda molestia. No hay ese entusiasmo como si fuese para salir
de vacaciones y, en el caso si usted es grande como yo (no soy gordo… mis
huesos son grandes) su maleta se llena con tan sólo un par de zapatos y quizás
el hilo dental. Lo que si motiva es pensar en las situaciones que lo esperan a
uno como por ejemplo, un nuevo empleo, una cita con una linda catalana o salir a pasear por el nuevo
barrio.
Otro elemento que le daría hasta
más arrugas a una ciruela pasa es pensar, “¿Y
dónde voy a vivir?” Pronto se darán cuenta que Loquo está repleto de estafadores. Conocí por este medio un
británico expatriado queriendo alquilar una habitación siempre y cuando la
persona le haga un pago inicial a una organización caritativa en Nigeria. ¡Tengan
cuidado amigos! No les digo que no le tengan confianza a nadie… sólo un poco de
cuidado si no su aventura parecerá un nuevo capítulo de la vida del Sr. Magoo.
Por último, tuve mucha suerte.
Por medio de este mismo servicio, conocí un argentino muy amable que tenía una
habitación disponible y era
administrador de varias propiedades en la zona metropolitana. Claro que TUVE
que tenerle confianza a la tendencia humana de ser amable. Poco después, iba a
descubrir que pasó por las mismas dificultades al mudarse de la Argentina al
viejo mundo. Siempre existe un ángel cuando menos uno se lo espera. ¡Paciencia
queridos y queridas!