Durante mi primera semana en
Barcelona, me urgía abrir una cuenta bancaria dado que se acercaba la fecha en
la que empezaría mi nuevo empleo. Paseando por la vereda del gigante Catalán,
me sentí en casa al ver sucursales de BBVA y Santander por la ciudad. Estos
bancos eran una fuerza potente conduciendo las economías de varios países donde
viví en América del Sur.
Algo que toda persona debe saber
si desea visitar un banco en España es que los horarios son tremendamente
inconvenientes. Cierran las puertas al público al mediodía. En el Canadá,
solíamos quejarnos (y claro que siempre lo hacemos, viendo que es nuestro
pasatiempo nacional) que nuestras instituciones bancarias operaban durante
horas de oficina, lo que significaba que una visita al banco era cosa difícil.
Por suerte, nuestro sistema cambio adoptando una plataforma automatizada y
accesible a partir de cualquier computadora lo que ahora convierte una visita
en persona en algo obsoleto.
Empecé mi semana en un Santander
en la Avinguda Diagonal, sólo para encontrarme con una fila terriblemente
interminable a primera hora de la mañana. Todo bien como si fuese estar de
vuelta en casa. En el Canadá, nos ponemos en fila para cualquier cosa en
cualquier lugar. Ya era todo un experto en este tema. De repente, se presenta
un señor empleado del banco que notó mi camiseta del Barça con el nombre y
número de Messi y anuncia delante de todos con un gran orgullo: “¡Ningún hincha del Barça debe esperar, tío!
¡Venga, hombre!” Como buen canadiense, me sentí algo tímido pero obedecí al
pedido.
Me pidió que me sentara en su
cubículo donde empezó un largo discurso a cerca de la gloria del club,
mostrándome su reloj con el logo del Barça y su tarjeta de socio (un orgullo de
cualquier fanático culé) y mencionando que el FC Barcelona es una organización
democrática, no cómo el Real Madrid que es una banda de fascistas con dinero.
Me comentó que los socios del club eligen al cuerpo ejecutivo de la
organización. El Real contiene un grupo de ricachones hambrientos de gloria sin
corazón ni lealtad. Toda su familia apoyaba con toda el alma a su amado club.
Más que un club |
El amor al balompié y el club
realmente transciende todo en esta ciudad. Los comercios, los negocios y el
pueblo entero alaban su gloriosa cantera. Si llega el momento en que pierden un
gran partido, se siente un cierto ambiente pareciendo un día nacional de duelo.
Los hinchas se ayudan entre ellos, sea para evitar una fila o evitar un
protocolo que se vuelve irrelevante para un hermano y sobre todo, asegurarse de
que el prójimo no se pierda el partido. Si necesitan un resultado, póngase con
orgullo una camiseta del Barça.