Celebré
mi emancipación después de dos meses y medio encarcelado por yesos de varias
magnitudes colocados por los mejores médicos de Ontario, asistiendo a una boda
el fin de semana pasado. Mouki fue uno de mis primeros y grandes amigos que
conocí durante mi época en la Universidad de Ottawa. El universo siempre tiene
un regalo para todos. También tuve el gran placer de conocer a su prometida
hace dos años – su perfecta media naranja – al festejar juntos el Día nacional
del Canadá cuando huí junto con mi adorada esposa de Toronto durante la cumbre
del G-20. El único arrepentimiento que tuve en esta ocasión fue no poder
acompañarlos más tiempo. Debido a mi convalecencia, asistí en compañía de mi
querida y pesada bota ortopédica y mis fieles muletas desde el 24 de junio que
me accidenté. No podía faltar y tenía que ser testigo de la unión de dos almas
gemelas y maravillosas y el haber podido estar presente fue un gran honor para
mí.
¡Felicidades Sr. Adbilahi y señora! |
Esta
alegre ceremonia fue en un precioso jardín, haciendo llegar hasta allí amigos y
familiares bajo un sol cálido sinónimo de un fin de verano, la tarde del 1 de
septiembre, 2012. Se notaba en los ojos del apuesto novio y su bella novia esa
chispa que resalta a los ojos mientras intercambiaban miradas, frente a todos
sus invitados que apoyaban el compromiso haciendo acto de presencia. Es
imposible evitar pensar en el momento cuando uno estuvo frente a ese altar,
iniciando así un diluvio de recuerdos especiales. Creo que nunca puede uno
olvidar las palabras expresadas por medio de los ojos de un gran amor,
cerciorándonos que el futuro es y será maravilloso. Sólo pensar que uno
compartirá una vida entera con la persona que está frente a uno, nos da un
enorme sentido de tranquilidad y felicidad. Siento que la mejor definición de
este compromiso fue la que pronunció la jueza ese día en tan sólo cuatro
palabras: amor, fe, confianza y respeto.
Virgilio
nos brindó un gran dicho: “El amor todo lo vence.” Este es el fundamento para
cualquier relación exitosa permitiendo transcender cualquier negatividad
materializada a mano de expectativas personales. Mi cuñada me mencionó poco
después de haberse casado que “La clave del matrimonio es nunca dejar de ser
novios.” Esta frase se ha vuelto uno de mis dichos favoritos en cuanto a
preservar una relación sana y romántica con su pareja – y su estrategia sigue
funcionando después de 10 años de casados. El amor que nos une es uno de los
sentimientos más puros que se da naturalmente y es imposible de explicarlo con
palabras. Cuando existe, se sabe el significado. Las expectativas que uno tiene
con respecto a otras personas, mismo fuera de una unión religiosa, pueden crear
situaciones destructivas. Lo que compartimos todos los seres humanos
es que no podemos controlar absolutamente todo y entre más pronto uno se dé
cuenta, se puede vivir una vida más completa. Tenemos un control limitado sobre
ciertas situaciones para avanzar en nuestros ideales pero no podemos forjar
algo de la nada cuando está fuera de nuestro alcance, debemos tener paciencia y
perseverar hasta lograr nuestro objetivo. El verdadero amor es siempre
desinteresado.
El día
que me casé, mi suegro me dijo que lo más importante en el matrimonio es dar.
Sigo estando totalmente de acuerdo con él y me atrevo a agregar que el mejor
regalo que podemos dar, además de preservar ese gran amor, es: fe, confianza y
respeto. Sin el corazón lleno de amor, estos tres no pueden existir. La fe es
creer en su pareja y sus ideales, teniendo como base un apego y fundamento
espiritual en vez de pruebas materiales. A muchos se les hace imposible creer
en algo que no es palpable. La confianza se puede definir en poder contar el
uno con el otro, convencido que él o ella está haciendo lo mejor para ese
“nosotros” que reemplaza la antigua jerarquía de lo que era “tuyo” y “mio.” Por
último, el respeto es un sentimiento de gran admiración por la otra persona en
cuanto a sus habilidades, cualidades y logros haciéndose cargo de sus responsabilidades.
Estos cuatro elementos deben ser alimentados dentro de un equilibrio para guiar
parejas por mares turbulentos que se presentan inesperada e inevitablemente en
ciertos momentos críticos de la vida.
Los anillos, más que un símbolo de compromiso. |
El anillo de bodas que se coloca en el dedo una
vez la relación es reconocida como oficial, es símbolo perfecto de estos cuatro
ingredientes. El anillo en sí no tiene ni principio ni fin, lo que significa
que la unión es eterna, al igual que la promesa del compromiso que hace honor a
estos principios “Hasta que la muerte los separe”. En la vida existen muchos
altibajos que pueden presentarse en cualquier momento, pareciendor
interminables – sobre todo en los malos momentos. Debemos recordar siempre las
cosas que parecen en ocasiones pequeñas e insignificantes pues al acumularse,
se transforman en un factor positivo mayor e importante. Esa es la luz al final
del túnel, ayudándonos a superar los momentos más difíciles, fortaleciendo la
unión y permite valorar todos lo que nos ofrece un universo abundante. Si uno
realmente quiere algo, debe estar dispuesto a luchar por ello y la recompensa
es una vida mejor, larga y plena, llena de alegría y satisfacciones.
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