Mi sueño de ir a conocer la tierra de los Moai se cumplió a fines de 1991. Los Bickford empezaron su travesía durante las vacaciones de Navidad - Año Nuevo. Quiero empezar siguiendo el mismo patrón de mis publicaciones anteriores compartiendo una breve introducción referente a la historia de este punto minúsculo en el mapa ubicado en el Océano Pacífico. La Isla de Pascua - también conocida como Rapa Nui o El Ombligo del Mundo - es un territorio especial chileno anexado en 1888, conocido como la isla poblada la más remota del planeta. Cuando vivimos en Chile, esta isla estaba administrada por el gobierno de la V Región, con sede en Valparaíso. El gobierno de esta isla está negociando desde el 2008 para tener su propia representación gubernamental. No estoy al tanto de los progresos en cuanto al proceso. El punto más cercano de Chile sobre el continente americano se encuentra a unos 3,510 km al este y la población más cercana se encuentra al oeste en la Isla Pitcairn, a sólo 2,075 km de distancia. Los demás territorios vecinos incluyendo la isla desierta de Robinson Crusoe, así como residentes crustáceos y peces en las profundidades del enorme charco azul. La población es mayormente de origen aborigen y es un pueblo tradicional y orgulloso de su pasado. Su gente aguantó olas de hambre, epidemias, guerras civiles, redadas, colonialismo y deforestación.
Los Bickford rodeados de Moai en Rano Raraku |
Al hacer nuestro arribo a nuestro primer destino en la Polinesia, podíamos notar por la ventanilla del avión una mezcla de cerros y cráteres con una falta de árboles. La pista de aterrizaje era una de las más cortas que hubiese visto, construida sobre un terreno inclinado. El propósito de dicha construcción es para que los aviones que llegan puedan frenar más rápido y despegar, lo cual agrega un impulso adicional a la nave. La superficie de esta isla ocupa unos 163 km2. Para proporcionar un punto de comparación, la ciudad de Toronto sin contar el área metropolitana cubre unos 630 km2. En pocas palabras, la isla es relativamente fácil para recorrerla incluyendo el factor del terreno escabroso y rocoso. Mi padre nos había conseguido un tour por medio de una agencia en Santiago, el cual incluía que nos recogiera un representante en el aeropuerto. Éste nos llevó a nuestro hotel para que nos instaláramos y dejáramos nuestro equipaje. No recuerdo muy bien los aspectos al exterior del edificio donde nos hospedamos, pero aún conservo una imagen de nuestra habitación amoblada con camas tristes dándole un parecido a las de un hospital, rodeadas de muros grises sin vida. Era el tipo de cuarto que generaba un espíritu aventurero para así pasar la gran parte del tiempo afuera descubriendo los alrededores. Fue exactamente la actitud que adoptamos. Salimos a familiarizarnos con Hanga Roa, el pueblo más grande de la isla. Llegamos caminando hasta el aeropuerto, investigamos por la ciudad la existencia de algún restaurante o un mercado. Encontramos un negocio donde vendían figuras de madera talladas a mano, y otros artículos para el turista que desea llevar consigo su propio pedazo de este lugar tan especial.
Nuestros días siguientes los dedicamos para pasear por los puntos de interés de la Isla de Pascua. Nuestro guía era un joven autóctono quien llegó temprano por la mañana al día siguiente a recogernos, armado de un gran conocimiento histórico o un montón de cuentos fantásticos. No le había dado gran importancia a su narración durante el paseo pues estaba en la espera de ver a mis amigos Moais que conocí debido a las clases de historia en el colegio. Recuerdo el gran momento en el que logré ver la primer estatua y compartí esta emoción con todos nuestros acompañantes. Los Moais son réplicas de seres humanos esculpidos en roca volcánica que abundaba en la isla y los más antiguos los terminaron cerca de 1200 AD. Los ancestros usaban el cráter llamado Rano Raraku como el gran centro de producción. La loma del cráter estaba totalmente cubierta de estos monumentos, algunos completos y otros en obra eternamente olvidada. Era difícil imaginar que tipo de herramientas tenían los trabajadores para darle forma a la piedra sobre todo porque no existía ningún edificio o construcción contemporánea a los Moais. ¿Qué herramientas usaron estas personas para darles forma a estos maravillosos gigantes? ¿A qué se debía su obsesión con crear esa cantidad de réplicas del hombre? ¿Cuál era el propósito de estos gigantes? Tantas preguntas con respuestas perdidas en la historia. Era fascinante detenerse frente a estos grandes personajes, quienes no pueden contribuir en la explicación de su existencia. Las cabezas enormes que tienen no poseen una proporción adecuada de acuerdo con sus cuerpos, lo que hace pensar al observador si esto fue un toque artístico o simplemente que esta tribu contaba con genes totalmente distintos a los nuestros en la actualidad.
Existen aproximádamente unas 900 estatuas de diferentes tamaños a lo largo de la isla y otras se las robaron extranjeros y están en exposición por el mundo. Cuando fuí al British Museum en Londres, Inglaterra, encontré uno que me llevó en un viaje por los recuerdos especiales de Rapa Nui y su gente. Uno de los Moais más grandes que conocimos durante este viaje medía unos 10 metros y pesaba más de 80 toneladas. Con una población tan pequeña, también era difícil de imaginar como los trabajadores lograban transportar estos monumentos tan pesados desde Rano Raraku a otros lugares. Quizás gozaban de genes similares a los de Arnold Schwarzenegger. Nuestro guía nos contó que los ancestros usaban los troncos de las palmeras como ruedas bajo cada estatua para moverlos, uno de los motivos por la falta de árboles en la isla. Este argumento parecía estar bien fundamentado. Parte de la fase de construcción de ciertos monumentos se vió interrumpida, tal como el Moai que hubiera sido varias veces más alto que el que ya habíamos visto. Algunos de los Moais terminados vestían un pukao (significando sombrero en el idioma regional) muy elegante. El pukao también fue elaborado usando la roca volcánica. Todos los Moias parecían estar intentando de comunicarse con la gente que los rodeaba, pues la gran parte miraba en dirección del centro de la isla. Hay nada más un solo grupo de Moais sentados en una plataforma de piedra llamada ahu, que conservan una mirada hacia el océano. El mensaje que acompañaba esta mirada no se siguió contando en la leyenda, perdiéndose en el paso de las generaciones siguientes. Los petroglifos y otras esculturas dejan un enigma aún más grande de un pueblo perdido en el pasado y las razones por el cese a la producción de los Moais.
Brian y yo acompañando nuestro amigo Moai durante su siesta |
Gozamos mucho como familia de todo lo que nos podía ofrecer este lugar encantador y estábamos convencidos que logramos adquirir un buen conocimiento de los puntos clave. A lo largo de la costa rocallosa encontramos una playa donde tomamos una pausa para almorzar en Anakena. Esta era una de las únicas playas de arena en toda la isla y contaba con dos ahus dotados de sus fieles protectores de la costa. Nos sentamos en una mesa de picnic de estilo norteamericano para comer un sandwich bajo el sol caluroso. Después decidimos caminar a lo largo del mar, una de las pocas zonas con palmeras, dónde Brian y yo metimos los piés al agua para refrescarnos. Al caminar en el agua, mi hermano se agachó para buscar piedras esperando aumentar su colección. Al notar esto, mi papá y yo decidimos unirnos con la esperanza de encontrar un gran tesoro para él. ¡Quizás podríamos encontrar un Moai miniatura! Durante nuestra misión, Brian pisó un coral cortándose el dedo gordo del pie y repentinamente, el agua se volvió de un tono rojizo. Por suerte, mi madre estaba cerca para lavarle el pie con el agua salada y vendar la herida con un pañuelo que llevaba en su cartera. Recuerdo caminar al lado de mi hermano prestándole mi hombro para que pudiera apoyarse mientras caminaba así no se ensuciaba la herida con el arena. Mi madre le limpió la herida al volver a nuestro hotel. Ella siempre viajaba con un estuche para cualquier emergencia que se presentara. Después de Anakena, descansamos en nuestra habitación para continuar al día siguiente con destino a nuestra aventura por la Polinesia. Nuestros nuevos amigos Moais se quedarían atrás para cumplir con sus labores de guardianes de la isla con la excepción de uno pequeño, tallado a mano en madera, que compramos en un mercado artesanal. Éste sigue vigilando la casa de mis padres en Ottawa, Canadá.
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