Desde el surgimiento del Canadá, aparecieron
nuevas asociaciones fortalecidas por el deseo de crear una nueva entidad
geopolítica. Los franceses y los ingleses, enemigos íntimos en sus ambiciones
de expansión imperial, se sentaron entorno a la mesa de negociaciones de
América del norte, con el propósito de establecer un marco gubernamental que
incluiría como condición absoluta la tolerancia, permitiéndo a futuras
generaciones celebrar la diversidad de cada uno. Desde temprana edad, me
identificaba orgullosamente con este lazo irrompible entre nuestros dos pueblos
fundadores, facilitado principalmente en atestiguar el buen funcionamiento de
la relación entre mi padre británico y mi madre francesa. La diversidad corría
por mis venas. Por otro lado, los ejemplos en cuanto a culturas nacionales
presenciadas a lo largo de mi vida en Sud América promovían la homogeneidad. El
proyecto de creación destinado a formar una identidad nacional consolidada,
acaparaba adecuadamente elementos ideológicos que unían a su gente, creando un
pueblo solidario. Estos países están compuestos de una riqueza de culturas
regionales que son subdivisiones del patriotismo, entrañado en la mentalidad de
sus pueblos una mentalidad arraigada. Los inmigrantes que arriban a estos
países se ven obligados a pertenecer a este sello nacional, adoptando la
cultura predominante y uniéndose al patrón uniforme. El Canadá estaba empezando
a distanciarse de esta práctica cuando llegué al mundo. El proceso de asimilación
fue provechoso bajo mi punto de vista al crecer en el extranjero, pues era más
fácil entender la cultura e identidad, permitiéndo integrarme y crear al mismo
tiempo, un enlace perpetuo con cada país.
El Primer Ministro Pierre E. Trudeau de Canadá de 1968 a 1979 y 1980 a 1984 |
El Canadá ha sido refugio para personas que están
huyendo de su patria en tiempos de desasosiego en busca de un lugar seguro. Los
numerosos grupos de inmigrantes contribuyeron a darle al país una nueva imagen
gracias al desempeño de nuestros progenitores ingleses y franceses que
conformaron esta confederación. No obstante, la fiesta dedicada a la
celebración de la diversidad no fue considerada una gran prioridad si no hasta
el siglo XX. Uno de los primeros promovedores preparando la escena para la
inclusión cultural fue el Gobernador General, Lord Tweedsmuir, quién tuvo la
oportunidad en el momento de su discurso inaugural en 1935, defendiendo la
individualidad de grupos étnicos y el potencial para su contribución en mejorar
nuestro carácter nacional. Él argumentó que los países más ricos eran los que contaban
con una variedad de elementos raciales contribuyendo al fomento de una sociedad
positiva. En los años 1970, el Primer Ministro ierre Elliott Trudeau, hombre
carismático, y el gobierno federal apoyaron el multiculturalismo por la
importancia social de la inmigración, formalmente reconociendo la necesidad del
pluralismo. Declaró en 1971 que el Canadá adoptaría una política promoviendo
esta proyección, el Acta Oficial del Multiculturalismo, reconociendo y
respetando las diferencias del idioma, de la religión y las tradiciones
inclusive, una contrapropuesta de la ideología predominante en los Estados
Unidos del Crisol de Razas. Aunque esta idea del crisol fue informalmente
aceptada en cuanto a los que venían a establecerse en el Gran Norte hasta los
años 1960, dependía realmente de la persona si quería obedecer y prestar
atención a esta recomendación o ignorarla.
Durante mi infancia, ya contaba con amistades
que desfilaban un carnaval de banderas junto con el respectivo patriotismo.
Veía a mis alrededores la existencia de diferentes culturas, conociéndolas
mejor por intercambios con mis amigos, sus cuentos de la madre patria, la
gloriosa historia de su país y uno que otro estereotipo que a veces se basan en
una realidad - por ejemplo, los canadienses son bien educados, los americanos
saben disfrutar de un espectáculo o los franceses quienes aman el perfume.
Lograba visualizar todo aspecto contribuyendo al sentimiento del orgullo
nacional facilitando un sentimiento de pertenecer a una comunidad única y especial.
Este grupo de personas unidas por ese fervor compone lo que es conocido como
una nación. Esta palabra es sumamente importante para los politólogos y
aquellos que poseen en sí mismos una llama eterna del nacionalismo. Un país ses
delimita por fronteras geográficas observadas en un mapa pero dentro de ésta se
pueden presenciar diferentes naciones, o mismo atravesando los límites
fronterizos y cada uno de estos defendiendo sus intereses nacionales - esto es
específicamente el caso en España, Gran Bretaña, Irlanda, Rusia, Suiza y varios
otros países sin olvidar el Canadá. Yo cometí este error monumental poniendo el
concepto de la nación y el país como sinónimos, haciendo de ellos la misma
entidad basada en la psicología inclusiva y todopoderosa. Después de todo,
todos siempre familiarizamos conceptos desconocidos con otros más conocidos
hasta que las circunstancias del universo nos muestran la verdadera definición.
A lo largo de mis tres años en Chile, observé un cultura bastante homogénea, un
idioma común, una religión mayormente compartida y grupos minoritarios
minúsculos comparado con mi país natal. Aunque los europeos, mapuches y mezclas
de estas razas se conformaban a un proyecto de asimilación supremamente
desarrollado por la idea de la Estrella Solitaria. El ejemplo venezolano en los
otros tres años anteriores mostraban un caso monocultural similar, llevándome a
pensar que estas realidades eran paralelas a las de mi patria. Si todos
estábamos viviendo bajo la misma bandera, ya no venía al caso la provenencia de
nuestros antepasados, pues formábamos la nación.
Ottawa se presentó en mi vida como una prueba
ante el concepto de la uniformidad. Su área metropolitana es ahora la cuarta
parte más grande del Canadá, con una población aproximada de 1,130,761 (aprox
2006) en la que 202,730 (casi 18 por ciento) son nacidos en otro país según el
censo de 2006 recolectado por Statistics Canada. Aunque yo vivía en el
paraíso suburbano de Hunt Club, un barrio tradicionalmente angloparlante que
empezaba a cambiar su imagen. Los lugares donde frecuentemente andaba en mi
barrio era por la zona de McCarthy Road y Paul Anka Drive, en puntos
estratégicos tales como el local de videos, el supermercado A&P, la
farmacia Shopper's Drugmart, una sucursal de Scotiabank y el centro
comunitario. Éste era el centro de abastecimiento para nuestra base de
operaciones. Esta gran medina demostraba una promesa para un nuevo mundo en un
momento en el que nuestro planeta pasaba por grandes conflictos - algo que
conocía muy bien después del Caracazo y el final de una dictadura. Todas estas
personas dejaron de ser uno más en la marea de ciudadanos si no representantes
de diferentes naciones conversando e intercambiando ideas. Sentía como si mi
mundo de expatriados de repente creció de manera exponencial. En Ottawa habían niños del Medio Oriente
jugando con chicos de África del Este, pequeños negocios de Asia atendiendo las
variedades de limitaciones de dietas, y mi favorita ¡La Revolución Shawarma! No
importa donde la vida lo lleve a uno por la ciudad de Ottawa, siempre tendrá
cerca algún pequeño restaurante libanés vendiendo shawarmas y otras delicias
culinarias como kaftas y falafels. No presumo ser un experto de la cocina de
esa región pero mis papilas jamás sufrieron alguna gran decepción al probar esa
comida.
Culturas trabajdndo para un Canadá unido |
En la gran parte de los centros urbanos
canadienses, el multiculturalismo mostraba frutos positivos en los años 1990.
Se abrió un portón inmenso hacia nuevos ejemplos de vida, valores, principios,
tradiciones y comidas. Uno de los puntos más negativos para algunos inmigrantes
fueron los obstáculos con los que se toparon en el mercado laboral, sobretodo
por instituciones, juntas médicas y otras entidades regulatorias considerando
estudios extranjeros no válidos ante sus contrapartes de estudios
postsecundarios canadienses. Todo ese esfuerzo para obtener títulos
prestigiosos dentro de su país de origen perdieron valor para muchos de estos soñadores de un mundo de
oportunidades, se encontraron sin posibilidades de ejercer su profesión como:
abogados, dentistas, doctores, ingenieros o varios otros tipos de profesión.
Las circunstancias veían estas potenciales fuentes de sabiduría en sequía,
forzándolos a protagonizar un guión sin muchos retos. Además, ambos grupos de
inmigrantes y canadienses consideraban que el bando negativo causado por el
multiculturalismo era una contribución a la mentalidad de ghetto - cuando
grupos de inmigrantes forman una comunidad basada en su cultura, aislándola del
resto del mundo -, argumentando que los recién llegados tenían la tendencia de
buscar aspectos de su cultura que dejaron atrás evitando el asociarse a los
demás participantes en la sociedad. Mientras vivía en Ottawa, percibí que el
canadiense era tolerante y dotado de paciencia, sobretodo cuando trataban con
personas que no podían comunicarse en inglés. No obstante, yo entendía cómo
alguna persona puede cerrarse al mundo cuando encuentra una barrera de
comunicación. Los cambios lo hacen a uno buscar aspectos familiares. Cuando uno
deja su patria para ir al extranjero se siente como si tuviese cada pie en un
país y el otro. He vivido esto. Los cambios fueron desafiantes sobretodo por
los múltiples choques culturales que suceden prácticamente de inmediato al
encontrarse en un ambiente desconocido. No hay ninguna manera de poder estar
totalmente preparado por anticipado, únicamente adoptar una mentalidad
exageradamente positiva al enfrentarse ante la adversidad. Con el paso del
tiempo desaparecerán las heridas y el significado de sentirse en casa, se redefine
completamente.
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