Perú tiene unos de los
tesoros antropológicos más interesantes del mundo. Entre estos son unas series
de geoglifos curiosos decorando el arena del desierto de Nazca, tan sólo a unos
400 km de distancia de la capital peruana. Estos dibujos se llaman las Líneas
de Nazca y se extienden a lo largo de unos 80 km de terreno inhabitable y
encuentran sus orígenes entre 400 y 650 AD. Las figuras en el terreno incluyen
colibrís, arañas, monos, peces, tiburones, orcas, llamas, lagartijas y perros,
todos visibles desde el aire – pero no tanto desde el plano terrestre. Existen
varias teorías sobre la creación de cada una como por ejemplo, un tributo a los
dioses, puntos de orientación para las tribus y mismo un mensaje para los
extraterrestres – los marcianos llegaron ya, llegaron bailando ricachá. Muchos
de ustedes estarán pensando que ha de ser una vista impresionante. Lo mismo me
pregunto yo, pues nuestro intento de ir hasta ese lugar fue en vano. De igual
manera, es una historia simpática para contarles y sirve de respuesta a un
correo electrónico que me mandó un seguidor del blog referente a este
patrimonio histórico.
El mono, ícono del desierto de Nazca |
Creo que fue luego de uno de
nuestros primeros viajes fuera de Lima en 1996 – Brian aún estaba entre
nosotros – cuando salimos a descubrir los lugares más famosos de nuestro
querido país anfitrión. Gente proveniente de todas partes del planeta – y
aparentemente de otros planetas según ciertas personas - para ver las líneas y existen varios
documentales donde las verán, quizás mucho mejor desde el televisor que la
torre de observación en ese mismo lugar. Nos habíamos traído nuestro querido
Plymouth Voyageur a Lima desde el Canadá, entonces nos daba gusto hacer el
largo viaje en un automóvil que contaba con mucho espacio para nosotros y
nuestras provisiones, incluyendo un bidón de agua - muy útil si siguen leyendo. Nos encantó el desierto chileno y nos sentíamos
preparados para enfrentarnos a éste. Llegamos hasta el pueblo de Ica – más o
menos el punto intermedio en el mapa – donde teníamos reservaciones en un
precioso hotel en medio del desierto, llamado convenientemente, Las Dunas, con
un tanque lleno de gasolina con plomo. Esta gasolina es tóxica para los motores
de América del Norte que suelen usar gasolina sin plomo. Si, nuestra camioneta
no era inmune a esa criptonita. No sé si nuestro gran líder, mi padre, estaba
consciente del envenenamiento de su coche – a nadie más se le ocurrió esto pues
él era el único con permiso valido para conducir en el país. En rectas de
autopista totalmente planas, no se notaba tanto el problema pero de vez en
cuando, el motor empezaba a recalentarse, como un volcán escupiendo nubes –
junto con unas palabras de mi viejo, no muy aptas para todos los televidentes,
dirigidas al vehículo. Al principio nos preguntábamos todos porque seguía
sucediendo lo mismo, pero cada vez que le pedía más esfuerzo al motor – sobre
todo al escalar segmentos de autopista fijadas sobre una loma – debíamos hacer
una pausa para poder continuar porque el indicador térmico ya no
encontraba una cifra más alta para apuntar. Ese bidón de agua nos salvó la vida pues debíamos poner todo su contenido en el radiator para enfriar el motor.
Por fin, llegamos hasta Ica
luego de varias horas de nubes y vapores junto con sus paradas respectivas. El
hotel era realmente genial para pasar vacaciones en familia. Tenía cancha de
tenis, de basquet, una piscina grande y una duna inmensa. Lo más curioso de
esta última era que se podía hacer surf en arena pero uno debía estar preparado
para la bajada al encontrarse con plantas espinosas al pie de este tremendo
monte arenoso. También tenía un campo que era un cruce entre mini golf y un terreno
de golf normal en el que uno mismo escogía sus palos. Decidimos probar suerte
en el golf, eligiendo un driver, algunos fierros y un putter sin saber
realmente la diferencia. Mi Maman era la única con experiencia y nos
recomendó los fierros porque las distancias eran cortas, rindiendo inútil al driver.
Viendo que nadie más usaba el campo, decidimos combinar los puntos de inicio
con los greens de otros agujeros para hacer del juego algo más interesante. Yo
inicié el juego con el driver. Para los lectores que cuentan con más
experiencia en este juego, sabrán que mi madre tenía razón y para el resto,
nunca hagan caso omiso a la sabiduría maternal. Al pegarle sin mucha fuerza a
la pelota, escuché un hermoso clic seguido por nuestra admiración de una pelota
viajando en cámara lenta por lo alto, haciendo una curva por encima del techo
del hotel y cayendo en un punto desconocido. Después de admirar tremendo tiro
volvimos a la realidad, preocupados que tal vez la pelota le pegó a algún
huésped del hotel. Brian y yo, salimos de manera discreta para ver si
encontrábamos algún herido hasta que mi hermano vio la pelota en el fondo de la
piscina. ¡Un hoyo en uno! Le preguntó a un chico nadando que se la pasara, dándonos cuenta que
esquivamos una bala – y la otra persona esquivó una pelota.
Al día siguiente, seguimos otros 200 km fuera de Ica por la Panamericana – la autopista en este punto distribuye el flujo del tráfico con sólo una vía en cada dirección – pasando por pueblos llevando nombres de santos y sacramentos. Estos lugares parecían más rústicos que lo más básico en cuanto a la calidad de vida. Me quito el sombrero pues ha de ser relativamente imposible sobrevivir en esos lugares, pues la tierra no es exactamente fértil en el desierto. También me pareció muy extraño ver la cantidad de basura descansando en las dunas, incluyendo la muy conocida bolsa de plástico de los supermercados E. Wong. La otra cosa curiosa era la cantidad de tráfico en este desierto inhabitable. A cada 15 minutos veíamos alguna combi (esas camionetas Toyota de segunda mano desfilando con anuncios en caracteres japoneses) repleta de gente. Nuestra Plymouth envenenada, continuaba con sus malestares, sin molestar el flujo de ese carnaval. Al contrario, creo que hacíamos una buena telenovela para los pasantes. No hay nada más entretenido para algunos que ver una familia de gringos pasando por dificultades. No saben cuanto les gustaba a los peruanos ver Mr. Bean, probablemente porque era un extranjero pasando por situaciones terribles pero como ellos, todos tenemos las nuestro. En el Canadá, estoy seguro que todos han visto el famoso episodio con tono navideño en el que Mr Bean se queda con la cabeza atorada dentro de un pavo, aunque muchos no lo quieren aceptar. Lo que también resultaba curioso debido a estas circunstancias era la dificultad en sacarse el exceso de líquidos inecesarios – no hay sanitarios públicos realmente cercanos cuando uno viaja por el desierto, sobre todo cuando el viaje resulta ser difícil para el mismo auto - porque debía uno hacerlo con público. Eventualmente, ese tango entre mi padre y el coche tornó a lo desesperante y el resto de nosotros no queríamos seguir tomando riesgos para llegar a las Líneas de Nazca, aunque ya estábamos casi allí.
Al día siguiente, seguimos otros 200 km fuera de Ica por la Panamericana – la autopista en este punto distribuye el flujo del tráfico con sólo una vía en cada dirección – pasando por pueblos llevando nombres de santos y sacramentos. Estos lugares parecían más rústicos que lo más básico en cuanto a la calidad de vida. Me quito el sombrero pues ha de ser relativamente imposible sobrevivir en esos lugares, pues la tierra no es exactamente fértil en el desierto. También me pareció muy extraño ver la cantidad de basura descansando en las dunas, incluyendo la muy conocida bolsa de plástico de los supermercados E. Wong. La otra cosa curiosa era la cantidad de tráfico en este desierto inhabitable. A cada 15 minutos veíamos alguna combi (esas camionetas Toyota de segunda mano desfilando con anuncios en caracteres japoneses) repleta de gente. Nuestra Plymouth envenenada, continuaba con sus malestares, sin molestar el flujo de ese carnaval. Al contrario, creo que hacíamos una buena telenovela para los pasantes. No hay nada más entretenido para algunos que ver una familia de gringos pasando por dificultades. No saben cuanto les gustaba a los peruanos ver Mr. Bean, probablemente porque era un extranjero pasando por situaciones terribles pero como ellos, todos tenemos las nuestro. En el Canadá, estoy seguro que todos han visto el famoso episodio con tono navideño en el que Mr Bean se queda con la cabeza atorada dentro de un pavo, aunque muchos no lo quieren aceptar. Lo que también resultaba curioso debido a estas circunstancias era la dificultad en sacarse el exceso de líquidos inecesarios – no hay sanitarios públicos realmente cercanos cuando uno viaja por el desierto, sobre todo cuando el viaje resulta ser difícil para el mismo auto - porque debía uno hacerlo con público. Eventualmente, ese tango entre mi padre y el coche tornó a lo desesperante y el resto de nosotros no queríamos seguir tomando riesgos para llegar a las Líneas de Nazca, aunque ya estábamos casi allí.
En vez de esto, pasamos los siguientes días de nuestro viaje escuchando
Los Fabulosos Cadillacs, mientras paseábamos por los alrededores de Ica.
Llegamos a un tremendo oasis llamado Huacachina. Justo alrededor había un pueblo
pequeño, como unos 5 o 10 edificios rústicos y un viñedo llamado Ocucaje, con rumores de parte de mi padre que se producía el peor vino del planeta, cerca de una lagunita. La única forma de ingresar es por un sistema de senderos
polvosos fuera de la autopista principal.
Almorzamos allá en una de esas construcciones sobre una varanda con
vista a la laguna cuidada por unas dunas a su lado. Pareciera que en la
eventualidad de una tormenta de viento, esa lagunilla podría correr el riesgo
de quedar enterrada bajo la arena, eliminando la fuente de agua de todo un pueblo. Nuestra comida
fue buena – algunos de los mejores lugares para comer en el Perú se encuentran
en los lugares más humildes – la cual incluía una gelatina de Inka Cola de
postre. Nuestro camarero se veía orgulloso de anunciar y servir esa creación
original del mundo culinario pero quedamos un poco decepcionados. Era como
masticar una gaseosa gelatinosa. Realmente fue algo decepcionante no llegar
hasta las líneas, pero por lo menos descubrimos que la Inka Cola puede ser
utilizada para hacer postres – aunque nunca volví a comerla. Pruebe a su propio riesgo.