En
algún momento de nuestras vidas, todos nos encontramos en nuestro camino frente
a la interrogante más determinante: ¿Quién soy? ¿Por qué me está sucediendo
esto? Buscamos como punto de referencia dentro de nuestro almanaque interno nuestros héroes en la juventud, tales como Ricardo Arjona,
Cantinflas, el que vende choripanes en la esquina, algún personaje antagonista
o algún miembro de la familia para definirnos. Todos competimos para alcanzar
la misma meta: ser lo mejor de lo mejor y estos ídolos son el sinónimo del
éxito para darle forma a nuestra identidad personal. Esta manera de auto-percepción es
clave en nuestra vida y sin tener ni la menor idea de lo que vemos en el
espejo, somos tan sólo un hamster sobre nuestra rueda. Cada una de estas
grandes figuras de referencia poseen un cierto código de comportamiento
entrañado en su origen etno-cultural, nacionalidad, religión y los varios
desafíos enfrentados. Muchas veces estos factores ayudan en determinar quienes
realmente admiramos y sentimos esa profunda conexión. Somos una de las pocas
especies que transitan la madre tierra desesperadamente buscando explicaciones.
Creo que nunca encontramos una respuesta que estamos dispuestos a aceptar. Lo
más cerca que uno puede llegar a esa verdad es la respuesta con la que nos
sentimos más cómodos.
El mejor vendedor de choripanes en Plaza Francia, Buenos Aires |
La
importancia que juega la adolescencia en desarrollar una identidad no es nada
que se debe ignorar. Es como el cimiento de una gran construcción. Muchas veces
se escucha la etiqueta de “rebelde sin causa” pero siempre existe un buen
motivo detrás del telón explicando la revolución. Algo no le sienta bien a esta
persona y no puede identificar el por qué.
Sinceramente creo que nadie se comporta simplemente de manera poco
ortodoxa sin motivo alguno. Si a uno le hace falta ser el centro de atención,
no descansará hasta que todos lo conozcan. El mejor ejemplo es la gente famosa.
Ellos prefieren que la gente hable mal de ellos y no que no se hable
absolutamente nada de ellos. Si esto importa o no depende de usted mismo.
Algunos preferimos una existencia más privada. Yo siempre opté por formar
grupos de amigos cercanos que uno puede contar con los dedos de la mano (aunque
a veces esto puede extenderse a las dos manos y los dedos del pié) aunque otros
prefieren darse a conocer por todos los que caminan en el planeta tierra. El
problema con el segundo ejemplo de ser el centro de la popularidad es que uno
termina teniendo varios conocidos y pocos buenos amigos. Los amigos de verdad
están al lado de uno en las buenas y en las malas, y esos son muy pocos. Quizás
me equivoco – una probabilidad que me atemoriza – pero el tiempo mismo ha
comprobado que pocos amigos realmente son amigos de verdad, con los que uno
puede contar para todo. Me han visto usar ya varias veces la expresión, “los
amigos son la familia que uno puede escoger. ”¡Qué suerte la mía que la familia
en la que nací también salió siendo ejemplar! ¡Gracias totales!
Durante
mis aventuras en el extranjero, mis padres nos entusiasmaron tanto a mi hermano
como a mí de fomentar un sentimiento canadiense. Algún día terminaría el
cronómetro indicando el regreso a la base. Debíamos saber más que simplemente
lo que significaba la bandera. En la actualidad, esto se puede hacer mucho más
fácilmente que en aquellos tiempos por el acceso facil al Internet y los planes baratos de
llamadas de larga distancia. Ahora puede uno vivir en un país extranjero sin
tener que adaptarse, viendo televisión del país de uno por Internet y perder el
día entero hablando con gente por Skype. Esto puede ser muy contraproducente.
Entre más pronto uno se hace a la realidad, uno puede adaptarse y disfrutar la
nueva experiencia. Hoy es el presente. Puede resultar una enorme tortura ceder a las tentaciones que le hagan recordar el dulce ayer, pensando en todo lo que uno tenía en su país de origen pues al pasar
el tiempo, uno se vuelve ni de acá ni de allá. Sé a qué me refiero. El mundo
está en nuestras manos pero debemos usar la tecnología a nuestro favor. Estoy
convencido de que los esfuerzos de mis padres de convertirnos a mi hermano y a
mi en canadienses ejemplares no fue nunca en vano. Mi padre siempre nos traía
artículos de diarios con las noticias más importantes del día como "el apretón
de manos" de Jean Chrétien – un antiguo primer ministro que ahorcó (por decirlo
así) temporalmente a un reportero para sacárselo del camino (la política
clásica canadiense) – el cierre del día de la bolsa de Toronto y los resultados
de la liga nacional de hockey sobre hielo. Estábamos enterados de absolutamente
todo – o más bien, como un pedazo de carne termino medio – de todo lo que
sucedía en nuestro polo norte. También estábamos siempre enterados de los
hechos en los países donde vivíamos, sin importar que nuestra estadía era sólo
por un tiempo.
Cuando
volví a mi querido Canadá después de haber pasado 12 de mis 18 años de
vida fuera en América del Sur, igual no tenía duda alguna
de dónde venía: esta era mi patria por la que daría lo que fuera, en Girón y
en cualquier parte. No obstante, no lograba realmente encontrar un punto de enganche
para establecer amistades duraderas con gente de mi edad la cual se crió bajo
la hoja de arce. Los canadienses suelen viajar fuera del país, pero es muy
distinto vivir en el extranjero que salir a pasar una semana en un hotel todo
incluido. Cuando uno está de vacaciones, todo le parece genial y encantador
porque realmente no hay ninguna obligación de hacer nada. Brian y yo llamábamos
a esta gente veraneando como “La Mentalidad Club Med.” Son como los que visitan
Roma un día y vuelven el siguente, con la cabeza en alto y una cara de estreñimiento, pretendiendo conocer la realidad de la vida de todo el continente europeo. Yo no me atrevería a decir que
esta falta de conexión se debía a la arrogancia de los estudiantes en la
Universidad de Ottawa si no por lo contrario. Era inevitable que después de
tanta ausencia, me había vuelto una especie de latino-franco-canadiense: me gustaba la
fiesta bulliciosa salsera pero de manera puntual y organizada. Como un caos
contenido. Era el tipo de canadiense que en vez de soltar alguna vulgaridad más
subida de tono que un “darn!”, zafaba un “¡rayos!” o un “zut alors!”
Cuando mis compatriotas estaban perdidos en la euforia de la post temporada de
hockey, yo rezaba para que la señal del satélite se desviara y la programación
cambiara a la cobertura de la Copa Libertadores o la Champions League.
Era duro encontrar un punto en común con mi gente. Al embarcar en la euforia
embriagadora de la primera semana de universidad llamada Frosh Week, mis
colegas festejaban su emancipación – ya no están papá y mamá para restringir
cada libertad y acción – pero yo buscaba más bien forjar relaciones fructíferas
con ellos. En América Latina, la vida nocturna se vive a temprana edad, cuando
uno ya puede ver por arriba del mostrador en un bar – y quizás ayude tener dos
o tres pelos de barba y bigote – lo que quiere decir que esta experiencia fue
más emocionante para ellos que para mí.
Un joven después de su primer año de universidad |
Los padres de familia extremadamente
patrióticos, pueden canalizar todas sus energías hacia sus hijos, pero es
inevitable que se diluya algo con la cultura de la región – una de las grandes
ventajas para los TCK (niños de tercera cultural). Ustedes podrán
decidir si esto es negativo o bien aceptarlo de brazos abiertos. Yo considero
esto como una bendición. También les aseguro que sus hijos pasarán por una
crisis de identidad, muy posiblemente al volver a lo que los padres consideran
casa. La idea que los chicos tenían de casa cambió con esta experiencia y ya no
es lo mismo que para los padres. Yo recuerdo al estar de vuelta,
si escuchaba alguna canción como “suavemente, bésame... yo quiero sentir tus
labios besándome otra vez” (suena mucho mejor la versión musical cantada por Elvis Crespo que la mía escrita) y sentía un cierto consuelo acompañado a la vez de cierta nostalgia,
la de una vida pasada. No hay mucha salsa en el Canadá más allá de la que se
usa para acompañar unas papas estilo Doritos. Esas melodías repetitivas y
tediosas hacen parte de un repertorio familiar que viene transformando una cosa
aborrecible a algo reconfortante. Aquí podemos nuevamente ser testigos del
poder triunfante de lo conocido contra las fuerzas tenebrosas de lo
desconocido. Puede ser cuestión de años el sobrepasar la crisis de identidad y
en algunas casos, hasta insuperable. Una pregunta simple tal como “¿De dónde es
usted?” se vuelve una de las respuestas más complicadas para una persona
transcultural. Las respuestas pueden relacionarse con el lugar donde nació uno,
la cultura predominante que lo rodeaba o hasta un lugar que uno no conoce pero
siente una fuerte afinidad. Ninguna respuesta es realmente descartable.
Generalmente, lo principal es sentirse cómodo y puede ser adecuado, así que si
uno nació en Zimbabwe de padres Australianos, creció en la India y se siente
Ruso en lo más profundo de su corazón... lo recibo con un abrazo grande mi
querido amigo ruso, ¡Ciudadano del mundo!
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