¿Quién tendrá la mejor mano? |
Mis domingos normalmente sirven para dar inicio a una nueva semana – o el final dependiendo de la preferencia de usted, mi querido lector – con la misa dominical. Siempre siente uno algo positivo después de alimentar el alma con algo de contemplación, espiritualidad y un tiempo de silencio para reflexionar, huyendo de lo que aconteció durante la frenética semana que compartimos con el resto de la humanidad. Alguna gente se pierde dentro de las malas vibras, contagiando sus alrededores con ese vudú que exhalan por cada poro. La semana pasada, el sermón del sacerdote de mi parroquia pareció compartir el mismo tono que lo que venía rebotando en mi ser. ¿Podría ser que se ha metido a leer mi blog? No descarten esa probabilidad. Dentro de su monólogo, buscaba entusiasmar a su congregación en la busqueda del más allá del “YO” y conciliarnos con esa filosofía del cristianismo de la comunidad y la cooperación. Cuantas veces en serio nos decimos, “¡Ufa! Ahora sí eché todo a perder.” Lo que compartió esa mañana resonó altamente dentro de mi consciencia y fue algo como sigue: “Siempre pensamos que somos tan independientes de los demás pero nunca tomamos en consideración las muchas interdependencias que tenemos.” Esta frase que llevaré conmigo toda la vida, pienso compartir con futuras generaciones tal como la mentalidad de la Cadena de Favores.
Esa hambre por el materialismo y tener más que
nuestro prójimo domina desde que aprendemos a caminar y hablar. ¿Recuerdan el chico en el recreo con esa colección bárbara de canicas o la chica que
parecía tener todas las Barbies del mundo entero? La meta siempre fue de tener
más. La igualdad no deja un buen sabor y por eso ese comunismo nunca logró
alcanzar la cúspide. Cuantos de nosotros tenemos ese amigo, vecino, conocido o
hasta la misma persona que nos desafía de reojo por el espejo – y sí, ese
rufián también nos ha hecho caer en la tentación más de una vez – queriendo
siempre más y más.
Tomemos estos ejemplos en consideración:
a) Me
gustaría tener un mejor auto que [poner en este espacio el nombre del rival]
b) Mi
amigo tiene un televisor más grande que el mío
c) El
marido de mi amiga es mejor que tú, o
d) Todo
lo anterior.
Los estudiantes universitarios en economía
aprenden la importancia del libre mercado y lo positivo de un ambiente de
competencia. ¡Díganle esto a los de la Eurozona! Hasta en el Canadá donde
vivimos presos en un mundo de monopolios, nos enseñan lo mismo desde el primer
curso. La campaña de RR.PP. para el “YO” va a toda velocidad, entrenando las
mentes jóvenes a creer que todos serán los reyes de Bay Street (el Wall Street
canadiense) y ganarán esa enorme fortuna.
La verdad es clara: las interdependencias son
todo. Tomemos por ejemplo el Jefe Oficial Ejecutivo de HSBC. ¿Piensan que
tendría aún un empleo sin el dispensable representante de servicio al cliente
en el centro de llamadas? Y bueno, ¿Miguel Ángel hubiera podido llevar a cabo
su obra de arte en la Capilla Sistina sin obreros para construirla? Cuando decidimos lanzarnos al siguiente nivel en
una relación romántica, dos personas entran en contrato el uno con el otro
frente al altar para formar una vida juntos. El día que me casé, el cura no
anunció el inicio de una ronda de negociación llevando a una conclusión
repartiendo deberes un 60-40 o 30-70 si no de hacer una vida juntos, en las buenas y en las malas. Pero hasta lo sagrado del matrimonio
parece haber caído en cuenta, afectado por la enfermedad de la individualidad. El
esposo tiene un ingreso envidiable mientras que la esposa tiene que pagar sus
deudas trabajando en una oficina que comparte un futuro en un callejón sin
salida. ¿Pero no se habían puesto de acuerdo para formar una vida juntos? Plop, plop y mil veces plop. Puede
ser eso lo que explique el tener cada uno cuentas individuales en el banco,
entrando en una competencia. Si a uno de ellos le va mal, ¿los televidentes
votan para que salga de la isla? Parece que la gente necesita convencerse de que la cooperación puede
llevar a mejores cosas. Cuando uno de ellos está hundiédose por la situación en
forma general, no tiene ningún sentido echarle
tierra para que esté peor. La otra persona (o las demás personas) pueden
ayudar a esta persona para darle el ánimo para dar una oportunidad a su vida
por una segunda vez. La Roma antigua no fue creada en un día por un acto divino
del que manda allá arriba (favor mirar en dirección del cielo). Tomó tiempo,
esfuerzo y bastante cooperación – no cuenten los esclavos con esta formula
porque eso si nulifica algo de mi argumento.
Lo que quiero decir con todas estas palabras que
comparto el día de hoy, es que muchas veces nos olvidamos del por qué estamos
aquí y de los que nos ayudaron a llegar donde estamos. No fue cuestión de
suerte o circunstancia, pero nuestra mitad más uno. Perdonen a esos que quieren
y sobre todo que piden perdón también. Todos somos capaces de grandes obras
bajo el espíritu de la cooperación y crear un mundo mejor. Es mil veces mejor
admitir ese error cometido que permitir que todo el pueblo pegue fuego para
luego decir, “No pasa nada” sólo para rescatar un orgullo inútil. Todos tenemos
interdependencias, seamos líderes, seguidores, esposas, maridos, gerentes de
proyectos, profetas, hermanos o hermanas, y debemos agradecer el compartir
nuestras vidas. Sólo se vive una vez y ninguno tenemos la última palabra de cuándo
nos iremos, entonces lo mínimo que podemos hacer es llevarnos bien con todo el
mundo. Algunos problemas no se pueden evitar, pero otros sí, y no podemos dejar
que destruyan la vida de los demás. ¡Aurrerá, nire jarrailek!
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