El fútbol es sin duda el juego
del pueblo. A donde sea que uno viaje en el mundo, siempre encontrará una
cancha con gente pateando algún objeto de un lado a otro, buscando imitar cada
toque como uno de los grandes héroes nacionales. Todos creen firmemente tener
el potencial para ser el próximo Pelé, Diego Maradona, George Best o Zinedine
Zidane cuando pisan el terreno de juego. México también ha contribuído a
mejorar y hacer resonar este maravilloso deporte a nivel internacional a través
de muchas figuras, como Hugo Sánchez, Cuauhtémoc Blanco, Luis Hernández y
muchos más. Durante el tiempo que pasé
en la Ciudad de México, tuve el grato honor de presenciar algo de la magia
Azteca ante un equipo canadiense de calibre muy novato.
El partido al que me refiero
fue jugado en el Estadio Azteca haciendo parte de la eliminatoria para el
Mundial 2002, cuyos anfitriones eran Japón y Corea del Sur. Este monstruo de
concreto verdaderamente intimidante fue inaugurado en 1966 y jugó un papel
importante durante las Olimpiadas del 68, debido a su alta capacidad apta para
104.000 espectadores, sirve ahora como la cancha para la selección Mexicana.
Siendo jugador en el equipo contrario, uno debe rezar a los dioses del futbol que
se abra la cancha y nos traguen al centro de la tierra. No existe ni una sola
manera de conquistar el corazón de un océano de camisetas verdes dotando a tí y
a tu familia entera de insultos. Compartirás el mismo sentimiento entrando al
estadio siendo parte de la afición del equipo visitante, como si fuera la
penosa caminata solitaria hacia la silla eléctrica de un condenado a muerte en
primera fila.
Por suerte, pensé en aquel
momento, iba para apoyar la selección canadiense, la cual no tenía ni la más
remota probabilidad de ganarle a los mexicanos. Desafortunadamente, el Canadá
hace muy poco esfuerzo para desarrollar y apoyar grandes jugadores debido a su
adicción, conocida como el hockey. Los que tienen doble nacionalidad suelen
preferir el pasaporte con más peso futbolístico para llegar más lejos en sus
carreras. Mis compañeros de la hinchada y yo nos imaginábamos que los mexicanos
conocían todo este escenario y que la victoria era pan comido lo cual nos
presentaría un ambiente más relajado que si se tratara digamos de los EE.UU. o
de la Argentina. Canadá no ha dejado ni siquiera una huella minúscula en este
mundo del balonpié. La verdad es que nosotros, un grupo de 60 canadienses, nos
habíamos terriblemente equivocado en nuestras suposiciones con respecto al
anfitrión y la lucha se dió más en el palco.
El equipo canadiense al poner
el primer pié en la cancha, ante un público apasionado, se vió recibido por un
abucheo deslumbrante repleto de groserías y obscenidades. Normalmente, cuando
se tocan los himnos nacionales, se observa un momento de silencio por respeto a
los países que se enfrentan, pero ni con las palabras que salían de mi boca,
podia dejar de escuchar la tormenta
profana. Bueno, ¡por lo menos salimos en la televisión! Al progresar el partido
en la cancha, parecía que ninguno de los dos equipos lograba desempatar al
alcanzar el medio tiempo. Junto con el paso de cada minuto, empezaba a llover
todo tipo de objetos – juro haber visto un zapato pasar por enfrente de mí –
entre estos, piedras y vasos de plástico en los que remplazaron la cerveza por
orina. Nuestro grupo de alentadores empezó a rezar por un gol mexicano para que
pudiéramos salir vivos de allí.
Si en algún momento de su vida
anticipa encontrarse en una situación similar, le recomiendo comprarse una
camiseta de la selección mexicana. Esto le podría garantizar una salida mucho
más entretenida que la nuestra. Otra clave importante para llevarse de esta
anécdota es de no ponerse en contra de su anfitrión. No se meta nunca a la
cocina si teme quemarse. Los mexicanos son muy amables y muy buenos
anfitriones, pero su amor por el fútbol los ciega entonces no juege contra
ellos. No les gustará conocer la otra cara de este pueblo. Fue muy grato para
mí la falta de talento de mi selección porque perdimos – el partido terminó 2 –
0 a favor de México quién clasificó para el Mundial.
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