Un(a) niño(a) de tercera cultura (TCK / 3CK) o niño(a) trans-cultural es "una persona que, como menor de edad, pasó un período extenso viviendo entre una o mas culturas distintas a las suyas, así incorporando elementos de aquellas a su propia cultura de nacimiento, formando una tercera cultura."

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domingo, 8 de julio de 2012

El Estadio Azteca – En Las Entrañas Del Gigante


El fútbol es sin duda el juego del pueblo. A donde sea que uno viaje en el mundo, siempre encontrará una cancha con gente pateando algún objeto de un lado a otro, buscando imitar cada toque como uno de los grandes héroes nacionales. Todos creen firmemente tener el potencial para ser el próximo Pelé, Diego Maradona, George Best o Zinedine Zidane cuando pisan el terreno de juego. México también ha contribuído a mejorar y hacer resonar este maravilloso deporte a nivel internacional a través de muchas figuras, como Hugo Sánchez, Cuauhtémoc Blanco, Luis Hernández y muchos más. Durante el tiempo que  pasé en la Ciudad de México, tuve el grato honor de presenciar algo de la magia Azteca ante un equipo canadiense de calibre muy novato.



El partido al que me refiero fue jugado en el Estadio Azteca haciendo parte de la eliminatoria para el Mundial 2002, cuyos anfitriones eran Japón y Corea del Sur. Este monstruo de concreto verdaderamente intimidante fue inaugurado en 1966 y jugó un papel importante durante las Olimpiadas del 68, debido a su alta capacidad apta para 104.000 espectadores, sirve ahora como la cancha para la selección Mexicana. Siendo jugador en el equipo contrario, uno debe rezar a los dioses del futbol que se abra la cancha y nos traguen al centro de la tierra. No existe ni una sola manera de conquistar el corazón de un océano de camisetas verdes dotando a tí y a tu familia entera de insultos. Compartirás el mismo sentimiento entrando al estadio siendo parte de la afición del equipo visitante, como si fuera la penosa caminata solitaria hacia la silla eléctrica de un condenado a muerte en primera fila.

Por suerte, pensé en aquel momento, iba para apoyar la selección canadiense, la cual no tenía ni la más remota probabilidad de ganarle a los mexicanos. Desafortunadamente, el Canadá hace muy poco esfuerzo para desarrollar y apoyar grandes jugadores debido a su adicción, conocida como el hockey. Los que tienen doble nacionalidad suelen preferir el pasaporte con más peso futbolístico para llegar más lejos en sus carreras. Mis compañeros de la hinchada y yo nos imaginábamos que los mexicanos conocían todo este escenario y que la victoria era pan comido lo cual nos presentaría un ambiente más relajado que si se tratara digamos de los EE.UU. o de la Argentina. Canadá no ha dejado ni siquiera una huella minúscula en este mundo del balonpié. La verdad es que nosotros, un grupo de 60 canadienses, nos habíamos terriblemente equivocado en nuestras suposiciones con respecto al anfitrión y la lucha se dió más en el palco.

El equipo canadiense al poner el primer pié en la cancha, ante un público apasionado, se vió recibido por un abucheo deslumbrante repleto de groserías y obscenidades. Normalmente, cuando se tocan los himnos nacionales, se observa un momento de silencio por respeto a los países que se enfrentan, pero ni con las palabras que salían de mi boca, podia  dejar de escuchar la tormenta profana. Bueno, ¡por lo menos salimos en la televisión! Al progresar el partido en la cancha, parecía que ninguno de los dos equipos lograba desempatar al alcanzar el medio tiempo. Junto con el paso de cada minuto, empezaba a llover todo tipo de objetos – juro haber visto un zapato pasar por enfrente de mí – entre estos, piedras y vasos de plástico en los que remplazaron la cerveza por orina. Nuestro grupo de alentadores empezó a rezar por un gol mexicano para que pudiéramos salir vivos de allí.



Si en algún momento de su vida anticipa encontrarse en una situación similar, le recomiendo comprarse una camiseta de la selección mexicana. Esto le podría garantizar una salida mucho más entretenida que la nuestra. Otra clave importante para llevarse de esta anécdota es de no ponerse en contra de su anfitrión. No se meta nunca a la cocina si teme quemarse. Los mexicanos son muy amables y muy buenos anfitriones, pero su amor por el fútbol los ciega entonces no juege contra ellos. No les gustará conocer la otra cara de este pueblo. Fue muy grato para mí la falta de talento de mi selección porque perdimos – el partido terminó 2 – 0 a favor de México quién clasificó para el Mundial. 

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