San Juan es la ciudad más
poblada en la provincia de Nueva Brunswick y es donde mi padre pasó su época
dorada de adolescente en el Atlántico, antes de venir a Ontario. Cuando
llegamos a esta hermosa ciudad costeña, tuvimos el enorme placer de observar las
Reversing Falls (las Cataratas Reversibles) durante un breve instante. Claro
que para el viajero experimentado, no son tan imponentes después de haber visto
las del Niagara o del Iguazú. Supongo que la gigantesca fábrica de pasta y
papel holgazaneando al otro lado del río no es grata bajo la mirada del
visitante. Además, ésta expulsa un olor fétido, parecido a un sanitario público,
por sus grandes chimeneas. La magia detrás de este fenómeno natural es la marea.
Como
cualquier salmón buscando conquistar la indomable marea, la clave es la
corriente. La Bahía de Fundy no sólo tiene un nombre chistoso sino que también es
mundialmente conocida por los cambios de marea, reflejando unos altibajos
asombrosos. La diferencia es como para formar parte de los libros de los
Records Guiness, pero aparentemente la naturaleza no parece figurar en la
competencia entre humanos. Es una montaña rusa impresionante, un regalo que nos
ha hecho la Pachamama (vean el video arriba de este texto para comprobar). Supuestamente, si uno decide salir a caminar a la orilla
del mar antes de que suba el nivel del mismo, ni siquiera el Poseidón podría
salvarse de ser tragado por el océano. Bueno, realmente este gran Dios griego
no era conocido por las habilidades de Usain Bolt ni siquiera al pisar tierra
firme, pero quizás pasó por algún delirio de sirena. Quizás el único capaz de
superar ese reto es Chuck Norris. ¿Sabían que es tan duro que se pone gotas de
salsa tabasco en los ojos para lubricarlos? – lo que les comparto son hechos,
no ficción damas y caballeros. Supongo que tan sólo dando un patadón karateka,
parte el océano.
Volviendo al tema de la marea,
los cambios que ocurren en el mar, donde la vida es más sabrosa, también afecta
al Río Saint John. La corriente se mueve sin perdonar camarón alguno, llevándoselos
en una dirección durante la marea baja, y al llegar la marea alta, cambia de
dirección conservando la misma fuerza, por eso se llaman las Reversing Falls.
¡Estamos como para ayudar a la pandilla de Scooby Doo! Lo único es que, para
realmente notar la magnitud de este precioso círculo de la vida que nos mueve a
todos, uno debe pasar un día entero en la ciudad. No se lo pierdan. Sino,
pensarán que el nombre proviene de una tribu autóctona dotada de una tremenda
imaginación. Mi padre solía pasar a diario por esta parte de la ciudad, caminando
descalzo en la nieve que alcanzaba tres metros de altura, y un viento de 50
grados bajo cero, peinándolo dulcemente con
una mano más helada que la ultratumba. La gente si que era más dura y
determinada en aquellos tiempos… ¡y lo mismo digo del clima!
Saint John también es un lugar
donde tenemos uno de nuestros tesoros nacionales: la cervecería Moosehead. El
Canadá fue fundado en valores firmes, incluyendo el acceso a cervezas de alta
calidad. Acá somos muy tolerantes y aceptamos muchas cosas, pero no se atrevan
a hablar mal de nuestra “agua bendita”. Si deciden ignorar este gran consejo al
pisar tierra canadiense, se darán cuenta que podemos dejar de lado nuestros
valores de paz y buena educación para defender nuestro patrimonio. La
cervecería se ubica a unos cuantos pasos del río y de la fábrica de pasta y
papel. Quizás la combinación de los dos producen le dan un sabor único y
refrescante a esa cerveza muy conocida en todo el país. Deberíamos de preguntar
al Moose. Otra gran atracción en el
viejo barrio donde solía vivir “mi viejo” es la Torre Martello Carleton, que
trae recuerdos heroicos más importantes que la canción de Enrique Iglesias.
Éstas eran fortificaciones estratégicas para defender el Canadá de una invasión
americana durante la Guerra de 1812 (en la que por supuesto ganamos). ¡Gracias
Martello por esas terribles torres!
Nueva Brunswick es una de mis
provincias favoritas de todo el país – que lástima que cuando hace frío, está
lejos de casa – y la gente es muy agradable. Esto es un ingrediente que siempre
se agrega a la experiencia de un buen viaje. Partí de esta perla del Atlántico
la mañana siguiente, a bordo de un transbordador cuyos servicios fueron
decomisionados poco después de mi paseo, hacia el extremo sur de Nueva Escocia.
Ahora, si uno quiere hacer ese recorrido debe de hacerlo por tierra (un proceso
tremendamente eterno) o por cóndor metálico (los viajes aéreos dentro del país
son caros). Estaba muy emocionado de que pronto llegaría a visitar la provincia
que acogió a mi padre y su familia al llegar del Reino Unido. ¡Hacia Digby y el
más allá!