Halifax es una de las ciudades más
importantes del este canadiense y me atrevo a bautizarla, “El Boston del
Canadá.” Pueden no estar de acuerdo conmigo, pero yo soy el que cuenta esta
historia. La ciudad alberga una reconocida institución, la Universidad
Dalhousie, una de las mejores del país lo cual aumenta el orgullo de su pueblo.
El puerto ha sido un punto estratégico tanto para el Dominio del Canadá alejando
ataques de los yanquis como para los canadienses viviendo en Dubai que reciben
sus árboles navideños provenientes de este lugar. Para nosotros, no puede ser
una verdadera navidad estando en una sala de estar con una palmera pintada como una concursante de Miss Universo. La revista MoneySense clasifica esta capital de Nueva
Escocia como la cuarta ciudad mejor para vivir en el Canadá en el 2012 y espero explicar un poco del porque.
Encontramos langosta para todos |
Cuando yo tuve el gran honor de conocer esta
ciudad en el 2005, el centro me pareció uno de los más limpios que alguna vez
había yo visto. Si los edificios hubiesen podido sonreir, hubieran todos estado
en anuncios de Colgate. Sea que los ciudadanos tienen un orgullo cívico
insuperable o tienen muchos recursos económicos para pagar el mantenimiento y
servicios de limpieza. Hasta la glamorosa calle Sparks en el centro de Ottawa
se muere de envidia. Bueno, aunque la comisión capitalina de nuestra querida
capital nacional siempre encuentra alguna manera para agradar a los que viven
allí o deciden pasar unos días visitando. Noté también esparcidas por la
ciudad, unas curiosas estatuas de langostas – y desafortunadamente, no eran
comestibles – pintadas de varios colores, parecido a los alces que Toronto
presentó a sus contribuyentes de impuestos. ¡Buen negocio! ¿Aún no han notado que
los canadienses somos un pueblo que les gusta la naturaleza? Nunca me canso de
repetirlo, pero tenemos el gran placer de tener el mejor jardín en el mundo
entero. El centro es pequeño comparado a otras ciudades que tenemos, pero se
pueden encontrar excelentes restaurantes, paseos en bus, transbordadores,
hoteles y cervecerías.
Sin lugar a duda, mi lugar favorito fue el
fuerte Fort George – haciendo tributo a nuestro rey George II – que descansa en
la cumbre de Citadel Hill, como el fiel protector de la ciudad y su
puerto. Esta fortificación fue construida para proteger a los primeros
habitantes protestantes contra las invasiones de los feroces franceses, los acadiens astutos y los temibles micmacs. A lo largo del verano,
estudiantes universitarios participan reconstruyendo partes de la historia
actuando y llevando puestos los uniformes tradicionales de lana rojos, un
reflejo de la época colonial, portando una falda escocesa – todo hombre debe
probarse una, tarde o temprano. En aquella época, no me hubiera molestado que
me pagaran durante un verano entero con el motivo de llevar una falda escocesa.
Es bien elegante. El regimiento 78 de los Highlanders, los habitantes del
altiplano canadiense, son muy reconocidos por la sinfónica de sus gaitas – un
sonido parecido al maullido de un gato al jalarle la cola, sin el acompañamiento del grito después de que este animal
te rasguñe. La música tocada con estas gaitas era el arma secreta
para enervar al enemigo y desconcentrarlo durante el combate - así fue que ganamos en la Guerra del 1812 contra los americanos. Para los que no
les agrada tanto la historia, igual les recomiendo subir para ver la vista
realmente espectacular de la bahía.
Otro lugar muy pintoresco, son los jardines
públicos, justo a la bajada del fuerte y al lado de la cervecería Alexander
Keith’s. ¿No les comenté que producimos una cantidad profana de alcohol en este
país? Me parece que, en cada relato de este viaje al este, hay por lo menos
una cervecería por pueblo. No pretendo ser una persona muy dada a la naturaleza
ni conocer el mundo botánico, pero si encuentro muy acogedora la magia de la
madre naturaleza. Halifax es lo que llamo un tesoro oculto porque no hay la
misma cantidad de turismo como en otras partes del país, lo cual siempre le
quita el esplendor al ambiente que uno quiere conocer. De ninguna manera busco
ofender al turista, pero creo que todos podemos estar de acuerdo que entre más
gente se encuentra, la basura empieza a salir de la nada, empiezan los empujones
y jaloneos y uno ya no puede disfrutar tanto de lo que ve. Desafortunadamente,
mucha gente considera el “yo mismo” más importante que los demás, lo que
termina acabando con el placer de otros en cierta forma. Bueno, para no seguir
desviándome del tema, hay varias y diferentes especies de flores, plantas y árboles
que no puedo ni nombrarlos pero confíen en mí… ¡son preciosos! Este lugar está
bajo el cuidado de la municipalidad, así que no arranquen ningún arbolito para
llevarlo a casa sin pedir permiso o se llevarán una gran multa como recuerdo de
sus vacaciones.
El bus de la cervecería Keith's |
Cuando estuve eligiendo donde quería ir para
hacer mis estudios universitarios, nunca se me ocurrió irme al este, viendo
toda la historia de los Bickford en esa parte del mundo. Siempre considero
Ontario mi hogar, sobre todo por los buenos recuerdos que tengo de momentos
pasados en Etobicoke, Grimsby, Kingston, Ottawa y Toronto cuando era niño. Mi
padre realmente había estado en Halifax durante un viaje corto y repentino en
su niñéz y solamente volvió un par de veces después de haber dejado su vida
allí en los libros del pasado. Me pareció curioso inicialmente que él se
identificaba tanto con el Atlántico canadiense y con ese tipo de vida. Creo que
no es tan extraño que un chico inglés y galés que se crió en el este, luego
viajó por todas partes del mundo durante toda su vida, sienta que sus raíces
están allá. Después de todo, mi hermano y yo pasamos una vida entera en nuestra
juventud viviendo en América Latina y aún sentimos que nuestra casa es Ontario.
¡Supongo que tenemos mucho más en común con nuestro padre de lo que pensamos!
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