El
Canadá es mundialmente reconocido como una potencia del hockey sobre hielo.
Este hecho indiscutible es fuente de gran orgullo para el canadiense. Estos
buenos ciudadanos renegocían sus hipotecas para financiar la campaña de sus
hijos para que se vuelvan el próximo Wayne Gretzky (el Maradona del hockey), un
proceso superando los miles de dólares de manera anual. Quizás no sea el sueño
de sus hijos pero pensemos, si se vuelve uno de los mejores, ¡Qué gran entrada
de capital tendré! Encontrarán en las ligas de hockey peewee – las ligas para
los menores de edad – un director técnico planeando las estrategias del equipo
acompañado de tres entrenadores como mínimo enseñando habilidades de manejo,
velocidad, resistencia y control.
Los chicos que prefieren entrar
al mundo del soccer (comúnmente conocido como fútbol), el cuarto deporte
recreativo más popular del país, tiene un señor frustrado, gordo y bordeando el
club de los calvos, fumando un habano de la tienda del dólar mientras parece que
ladra por su teléfono celular a su es-esposa como director técnico. El va y ven
acelerado, seguido por un aire jadeante prometiendo ser un aliciente a sus
jugadores como un coro flatulento desentonado – por lo menos le resultará
cómico a algún niño en la cancha. Algunos llevan puestos uniformes, otros
camisetas de clubes europeos. Viendo más allá de la vestimenta, todos se
imaginan jugarse el partido de su vida como si fueran ellos mismos los propios
dioses del fútbol. El flujo del juego sigue un paso errático, acentuado por un
árbitro que cumple se labor con los mismos conocimientos que un mono desarmando
minas antipersonales. En momentos más típicos, se puede notar unas ausencia
total de árbitros, algo que suele ser preferible conforme el último ejemplo
mencionado.
Siendo un hincha religioso,
habiendo presenciado grandes momentos del deporte, siento una discriminación
hacia el fútbol aquí en el norte. Nuestras ligas se han alejado al bando
contrario, el del profesionalismo de la liga inglesa, española, italiana y
hasta la del Congo. Hacemos un acto de presencia en la MLS que realmente es una
reunión de franquicias, más que el equipo del barrio o de la ciudad que lucha
dando sangre, sudor y furia para evitar el descenso. En esa liga, si uno tiene
el capital, una probable base de seguidores y un estadio lindo con restaurantes
y shopping, tendrá buenas posibilidades para unirse a la liga. Éste es el
modelo estadounidense en el deporte profesional, el mismo que dio el tiro de
gracia en la sien de los Sonics de Seattle y que desalojó a los Lakers,
mudándolos a una parte del mundo sin lagos. Esto funciona en su tipo de mercado
pero la estructura mancha la tradición del fútbol internacional – el fútbol que
se juega con el pié, sin cargar el balón - pero sobre todo, apaga la iniciativa
de desarrollar talento a largo plazo.
La meta canadiense de alcanzar
el mundial en Brasil quedó neutralizada ante una goleada en contra de una
selección hondureña determinada, perdiendo 8 a 1. Este resultado se parece más
a uno de hockey o de beisbol. Después de esta vergonzosa derrota, ya no tenemos
que pensar en llegar a la copa 2014 y mejor así, ni clasificar ni sufrir la
peor derrota en la historia del certamen. ¿Habrá algo que se puede mejorar para
la siguiente eliminatoria 2018? Quizás no. El mejor remedio para la enfermedad
del talento podría ser partir a Brasil con una maleta llena de pasaportes en
blanco y distribuirlos por la favela esperando enganchar el próximo Neymar y
que se vista con el uniforme canadiense, para mejorar nuestra participación. El
único obstáculo ante tal medida será el gobierno, rechazando esta nueva
política en contra del mandato del ministerio de Ciudadanía e Inmigración. Veo
que todos tenemos diferentes prioridades dentro de la política internacional.
Por lo menos nuestras chicas han resultado ser un gran ejemplo como selección,
aunque también la FIFA nos ha quitado momentos de gloria.
El aficionado del deporte en el Canadá es
cínico, buscando apoyar únicamente cuando la ventaja es clara. Cuando cambia la
marea, su apoyo sigue la corriente. Aunque el Canadá ha ganado la Copa de Oro
de la CONCACAF en el 2000, venciendo 2 a 0 a Colombia en la final, la victoria
no ha acarreado nada para el deporte a nivel nacional. Recuerdo que el partido se
llevó a cabo en los EE.UU. dentro de un estadio prácticamente vacío. Los hincha
acá suelen apoyar primero a su país de origen o cualquier otro antes de ser el
número 12 de nuestra selección. Nadie cree en un triunfo ceniciento, por lo
menos en este deporte. Si algún día logramos ver un cambio en esta forma de
apoyo, podríamos abrir las puertas a un nuevo juego y quizás también a nuevas
inversiones para mejorar nuestro futuro futbolero.
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