Siguiendo
los pasos del gran aventurero Hiram Bingham y sus valientes compañeros arqueólogos,
salimos para Machu Picchu antes del inicio del día. Claro que Hiram seguramente
no salió de Cusco en tren rumbo a Machu Picchu viendo que él descubrió ese
lugar en 1911. Esa gran construcción quechua quedó enterrada en la selva a lo
alto, comtemplando el sagrado Río Urubamba. Antes de esto, este sitio no lo
conocían los que no estaban incluídos en el círculo de confianza peruano. Un secreto
sumamente bien guardado. Muchas personas han catalogado este descubrimiento
estupefaciente como una les las nuevas Siete Maravillas del Mundo. Existen tres
maneras distintas para llegar a este destino: el primero, era de enfrentarse a
pie ante el escabroso camino inca – esta antigua civilización era conocida por
su excelente capacidad de construir caminos – que es de unos 80 kms pasando por
tremendas alturas; el segundo es por helicóptero para los que no saben qué
hacer con su monte de dinero; y por último, el tren. El gran Hiram seguramente
caminó... junto con la melodía de El Condor Pasa.
Machu Picchu con su protector Huayna Picchu |
Aunque
el tren era un medio de transporte medianamente económico, gente muy famosa
optó por éste, incluyendo Ernesto Guevara, mejor conocido en el mundo como, El
Che. La locomotora al igual que el sistema de vías completo fueron diseñados en
Suiza, un pueblo conocedor de terrenos montañosos accidentados. Esta ruta
alcanza unos 3,800 m de altura. Los pasajeros contemplaban el paisaje mientras
que el tren simulaba un zigzag continuo similar al billar automático en cámara
lenta. Yo sentía como si mi piel no se decidía a definir un color, entre el
verde, morado y azul por la falta de oxígeno y la nausea. En ciertos sectores
de la vía, el tren subía lentamente en dirección recta, paraba y luego seguía
subiendo pero en retroceso, repitiendo esto como un tango interminable hasta
poder alcanzar la vía recta conduciendo al valle sagrado “Ollantaytambo” y más
allá de lo evidente. En ese momento, el tren desciende hasta alcanzar al punto
de llegada, el pueblo de Aguas Calientes, situado a únicamente 2,040 m. Este
pequeño pueblo a las orillas del Urubamba se encuentra a sólo 6 km de Machu
Pichu. Aquí se les da la bienvenida a los batallones de turistas que desean
visitar las ruinas, provocándolos con sus baños termales, restaurantes,
tienditas y algunos hoteles típicos de la región.
Los
visitantes generalmente van a pasar el día, pero nosotros queríamos quedarnos
una noche. Al llegar a Aguas Calientes, tomamos una pequeña combi japonesa, la
cual nos llevó hasta la cima. Nos sentamos has el fondo desafortunadamente y al
navegar por el camino angosto casi hasta la cumbre, la parte trasera del bus
estaba totalmente expuesta al vacio y se podía ver el fondo del valle donde el
tren parecía juguete miniatura. Los aventureros con más entusiasmo, pueden
subir a pié por un sistema de veredas interconectando en partes con el camino
pavimentado para los buses, pero necesita uno tener una condición física
extraordinaria para lograrlo. El final de esta ruta le permite a uno comenzar a
admirar las ruinas incaicas rodeadas de lomas y valles espectaculares. La
montaña que todos conocen por tarjetas postales o como telón de fondo en fotos
famosas de este lugar, llamada Huayna Picchu (significando Pico Joven), el
incansable guardián desafiando extranjeros deseando escalarla para tomarse una
foto para los recuerdos. Lo más valioso de este sitio histótico es el hecho de que
nunca fue descubierto por los españoles, permaneciendo intacta ante la
destrucción o el saqueo de lugares arqueológicos. Uno puede hacerse una mejor
idea de lo que eran las construcciones originales y admirar la arquitectura
clásica de los incas. Algunos especulan que fue construida como un palacio real
en los años 1400 y que los habitantes la abandonaron al luchar contra los
conquistadores. Claro que existe una plétora de versiones narradas por una
variedad de guías debido a que no se inmortalizó la historia ni en papel ni
piedra de esta gran civilización. ¡Qué gran pena!.
Nuestro
viaje a este lugar también nos permitió conocer un personaje famoso canadiense.
El itinerario coincidía con el de otro funcionario de la embajada que llevaba
consigo una amiga que la visitaba, llamada Luba Goy, del Royal Canadian Air
Farce, una tropa de comediantes muy popular. El programa en sí presenta un
contenido satírico referente a los problemas políticos de nuestro bienamado
Canadá, incluyendo imitaciones de todo tipo de personajes públicos. No es algo
muy conocido fuera de nuestras fronteras pues supongo que aunque varios temas
son universales, la temática es nacional. Yo realmente admiré el comportamiento
de esta persona porque no reaccionaba como si estuviese siempre en un set
de producción, demostrando una personalidad muy completa. En el poco tiempo que
pasó en el Perú, logró percibir un mundo difícil bastante distinto al suyo,
viendo los retos que enfrentaba una gran mayoría de la población. Era
increíblemente amable con todos, mismo sin poder comunicarse en el idioma del
país, sobretodo con los niños – por su gran parte, los niños trabajaban para
ganar unos salarios simbólicos para contribuir al sosteniimiento económico de
sus familias. Parecía gustarle divertir a los niños, imitando voces como las
del Pato Lucas, también regalándoles alguna cosita proveniente de una cartera
sin fondo. Los niños reaccionaban positivamente a este intercambio y salían
casi todos escamoteando más felices que cuando llegaron.
Maman, Brian y yo descansando bajo la sombra |
Debo decir que para todos los que se les
presente esta gran oportunidad de ir, no deben pensarlo dos veces. Me fascinó
esta experiencia realmente única, sabiendo que mucha gente ha tenido la
oportunidad de conocer Machu Picchu en libros de historia o documentales. Es
aún más impresionante de lo que podía haberme imaginado. Al caminar por las
ruinas, admirando los cuartos vacíos, los restantes de plazas, las terrazas de
cultivo con unas caídas de cientos de metros, la mente empieza a soñar. No
existen terribles distracciones urbanas tales como camiones pasando a toda
velocidad, serenatas animadas por las alarmas de los autos, o gente en plena
riña por asuntos realmente sin sentido alguno. La tranquilidad toma rienda
suelta en este reino, lo que es poco común en comparación con muchos lugares de
nuestro planeta. Al sentirnos en esa paz, podemos imaginar como vivía la gente en un tiempo mucho más simple. Por
supuesto que, en la época de los incas, existía una distribución piramidal de
la sociedad definiendo la jerarquía como lo que ha replicado toda civilización
en la historia de nuestra humanidad. No sería muy agradable ser un simple
campesino o un corredor. En las sabias palabras de Simon and Garfunkel en su
propia versión de El Condor Pasa: “Prefiero ser un martillo que un clavo.” No obstante,
nos dejaron varias interrogantes al considerar los grandes avances que hicieron
en la medicina, construcción, astronomía y un sinnúmero de descubrimientos,
quizás olvidados para siempre gracias a un tiempo en el que la violencia
determinaba la supremacía.