Después de vivir un tiempo en
Lima, los extranjeros normalmente cometen el grave error de pensar que todos
los lugares de Perú son iguales. Y es todo lo
contrario. La capital Inca conocida como Cusco (o Qosqo en el
idioma quechua) reposa cómodamente en la
hermosa cordillera de los Andes. Mi familia y yo, tuvimos el gran placer de
visitar semejante tesoro nacional y Patrimonio de la Humanidad según lo decretó
la UNESCO en julio de 1996. Esta ciudad se encuentra a nada más y nada menos
3,400 m de altitud y sí, se nota la falta de oxígeno inmediatamente. Antes de
llegar, todo mundo le aconsejará de tomar las cosas lentamente y beber mate de
coca. Esta infusión caliente facilita la transición a una mayor altura y forma
parte de la cultura andina, ambos en la medicina tradicional y la religión.
Algunos de los residentes en esa región también mascan las hojas en un precioso
ritual prácticamente social. De hecho, la Coca-Cola que tanto conocemos en el
mundo solía utilizar éstas como ingrediente clave, explicando la primera parte
de este nombre compuesto. Para sobrevivir en forma eficaz este ambiente, se
debe caminar lentamente, a paso de tortuga, desde que se abren las compuertas
del avión y todo se despresuriza. No debe uno sentirse ridículo ante los demás
pues ellos sí tienen costumbre de vivir en tal ambiente. No se haga el
valiente. No mucha gente está adaptada para vivir a esa altura, seguramente
explicando los 350,000 habitantes de la ciudad.
Brian, Maman y yo frente a la vista de la ciudad de Cusco |
Al empezar el descenso hacia
la pista de aterrizaje en el aeropuerto Velasco Astete, se puede ver un paisaje
lleno de casas blancas con techos de cerámica preciosos, dando una agradable
bienvenida al ver la arquitectura colonial. No se puede observar ningún rastro
de construcciones modernas a lo lejos. La ciudad parecía estar congelada en el
tiempo. Llegamos a reclamar nuestras maletas del carusel, encontramos nuestra
nave reservada por el agente de viajes en Lima y partimos rumbo al corazón de
la ciudad para instalarnos en el hotel. Creo que se llamaba La Posada del Inca.
Su ubicación era ideal en el barrio de la Plaza de Armas, conocido como La
Plaza del Guerrero en la epopeya incaica. Este lugar estratégico presenció la
proclamación de la conquista orada por Francisco Pizarro y también donde uno de
los grandes rebeldes indígenas del siglo XIX fue ejecutado. Los negocios
establecidos en esa zona eran principalmente restaurantes deleitando a los
turistas con platillos típicos del país incluyendo en sus menus el tradicional
cuy (conejillo de indias) – una comida suculenta la cual sólo mi padre se
aventuró a probar. Yo pedí mi lomo saltado que nunca en la vida me defraudó,
algo que recomiendo altamente a mis hermanos carnívoros. Siguiendo con el tema
culinario, ésta también es la capital mundial de la papa donde se cultiva una
variedad de 2,000 especies. La probabilidad de recibir una serenata de un grupo
de músicos armados de zampoñas y otros
instrumentos andinos tocando El Condor Pasa es increíblemente elevada.
En la vereda techada rondeando la plaza, emprendedores e independientes lucían
su variada artesanía, esperando venderlas a los turistas. Aquí compré una chompa
de tela de alpaca que fue un fiel acompañante durante unos 10 años de mi vida.
El parque principal en el centro mostraba una variedad de flora regional,
deslumbrando con unas flores rosadas distinguidas.
Lo más curioso de esta plaza
era la presencia de dos enormes centros religiosos católicos construidos por
los españoles: la Iglesia de la Compañía (jesuita) y el Convento de Santo
Domingo (dominicano). Normalmente en las plazas principales de ciudades
españolas, sean establecidas o colonizadas, se encuentra un gran santuario
religioso. Quizás los europeos sintieron un cierto remordimiendo por su
“interacción” hacia los residentes precolombinos. Dentro de una de estas
iglesias, un guía mencionó que los españoles habían construído sus estructuras
por encima de los muros incas, probablemente intentando imponer su supuesta supremacía. Además,
estos edificios lucían conceptos arquitectónicos para soportar terremotos, lo
que aprendieron en sus experiencias del viejo mundo. El problema entre los
terremotos del mundo nuevo contra los del mundo viejo era que en Europa, la
tierra se sacudía de arriba hacia abajo y en América , de lado a lado. El
resultado de imponer esta sabiduría fue que en varias ocasiones, las
construcciones españolas se derrumbaban, causando daños graves a la población.
No sé evaluar realmente la validez de este comentario pues sólo he presenciado
este fenómeno en el nuevo mundo. Los conquistadores y sus futuras generaciones
lucharon para convertir a la gente de esta región a su religión y cultura pero
el quechua se ha podido proteger de cierta forma hasta la fecha. Aún se notaba
que la gente usaba su vestimenta tradicional, especialmente las mujeres con sus
sombreros y colores resplandecientes. Al pasear por las calles de la ciudad, el
idioma predominante sigue siendo el nativo y el castellano se usa con el
turista. Los peruanos de otras regiones le dirán que el español de la sierra es
inferior por falta de educación pero en realidad, si uno logra escuchar
atentamente, es un castellano antigüo que no evolucionó al pasar de los años
como sucedió en Lima. Obviamente, la costa sirvió como punto estratégico del
virreinato donde embarcaban todas las riquezas extraídas rumbo a la Madre
Patria y la Santa Iglesia de España, entonces su gente era más suceptible al
cambio. El pueblo, de la sierra aislada por el terreno indomable, pudo
protegerse junto con su identidad. La modernización parece haber postergado su
llegada a esa zona.
Al día siguiente después de
nuestra llegada – principalmente el primero es para aclimatizarse – nos
recogieron temprano para hacer un tour de Cusco y la zona limítrofe. Nuestro
guía era un laureado en turismo y arqueología portando el nombre de Boris. Un
buen nombre quechua. Al observar las calles estrechas de la ciudad,
descubriendo los secretos del pasado, tales como los restantes de
construcciones incas sirviendo como bases para la posteridad española. Algunos
de los residentes hablaban de la parte inferior de los muros como el de los
incas y las partes superiores, las de los inca-paces. Después de un
largo tiempo rebotando en la camioneta, llegamos por fin a una de las
estructuras más importantes pre-colombinas al norte de Cusco: las ruinas de
Sacsayhuamán – al parecer, la primera vez entendí como muchos otros turistas
que se llamaban, las ruinas de Sexy Woman. Estas fortificaciones
presentaban un gran ejemplo de las habilidades incas, pudiendo ver varias rocas
pesando muchas toneladas posicionadas perfectamente con otras. Como cualquier
persona, mismo miles de quechuas, pudieron colocar estas piezas monumentales
una arriba de otra, era imposible de imaginar. Eran unos architectos
impresionantes. Sus construcciones aguantaron el paso del tiempo y los fuertes
temblores y todavía se erguían orgullosamente ante los visitantes y sus
cámaras. Desde esta enorme fortaleza se puede observar la tranquila ciudad de
Cusco en el valle. Una magnífica vista panorámica sobretodo junto a la
tranquilizante melodía de El Condor Pasa como música de fondo. Este
grandioso lugar dejaba varias interrogantes referente a su pasado, gracias en
parte a los europeos que la destruyeron. Probablemente fue una ciudad
albergando una gran cantidad de personas viendo que existía un sistema de
laberintos que parecían calles, una posible sede para un templo destruído y una
zona grande al aire libre haciéndose pasar por su propia Plaza de Armas, donde
ahora se veían personas con vestimenta ceremonial bailando el reconocido tema
de El Condor Pasa. Luego visitamos otras ruinas menores (en tamaño pero
no importancia) y volvimos al hotel para recuperar energía para el día
siguiente.
Maman y yo en las ruinas de Sacsayhuamán |
Nuestro último día en Cusco fue dedicado en especial a
la mega estructura precolombina llamada Ollantaytambo, ubicada al lado del Río
Urubamba. Llegamos en una combi japonesa cargada de extranjeros de todas partes
del planeta, viendo el sinnúmero de terrazas adornando las montañas. Todo esto
parecía como salido de un cuento de hadas, particularmente al escuchar la
divina melodía de El Condor Pasa. Como el terreno plano no era del todo
abundante, los agricultores inventaron un sistema de terrazas para el cultivo
donde el agua bajaría irrigando todos los niveles. Seguramente habían seguido
estas tradiciones durante unos mil años. Al arribar al pueblo llevando el mismo
nombre que la mega estructura, caminamos por un lugar que había sido un centro
ceremonial creado bajo las órdenes el Emperador Pachacuti, quien anexó esta
región al nombre de Imperio Inca. Las rocas eran gigantes y estaban
perfectamente talladas, dejándonos a los observadores pensando, ¿qué sabía esta
raza antigüa que nosotros no sabemos? Además de esto, las transportaron por varios kilómetros hasta alcanzar su
destino. ¿Cómo lo hicieron? ¡Qué gran misterio!. En nuestras casas y en la
embajada en Lima, tuvimos varios trabajadores que no parecían estar dotados de
esa facilidad que disponían los Incas. Al terminar este paseo, regresamos
nuevamente al hotel porque al día siguiente, tomábamos el tren hacia Machu
Picchu. No podía esperar para que llegara ese gran momento.
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