El cambiar de país siempre suele traer nuevas experiencias. Esta vez,
significaba la introducción al softball pero con lanzamiento lento. Mi primera
vez. ¡No juzguen sin probarlo, es muy entretenido! Algunos colegas de mi padre
participaban en una liga de softball donde la temporada se deslenzaba en el
colegio Franklin D. Roosevelt durante los fines de semana. Estos estaban en
busca de nuevo talento para agregar al plantel canadiense en un ambiente
totalmente dominado por los americanos. Mi hermano, Brian, quien tenía un
cierto interés en los deportes organizados – por lo menos dotado de una
habilidad natural y coordinación la cual yo no gozaba, sobretodo después de mi
esguince – decidió unirse al equipo, lo que me entusiasmó seguir el mismo
rumbo. Me encantaría compartir con ustedes el hecho de que llegué como un
combatiente valiente colmado de talentos de superatleta, armado de un gran bate
listo para representar mi país y aniquilé todos los equipos yanquis dentro de
la cancha, pero en realidad, éste no fue el caso pero sí un enorme honor
servirle de alguna manera a mi país practicando una actividad en común con mis
compatriotas.
Brian, el arma secreta del equipo |
La gran mayoría de los equipos contaban con planteles americanos como les
mencioné. Los equipos que puedo recordar de aquella época eran: AID (americanos
trabajando en varios organismos de desarrollo), DEA (estas iniciales se
explican por sí mismas), Embassy (no eran los diplomáticos americanos si no los
soldados del ejército de ese país encargados de la seguridad de sus
instalaciones), Fetzer (un colegio de niños americanos bautistas quienes
preferían no batear), Profes (los grandes rivales de los alumnos de Roosevelt),
Prophets (nombre adecuado para un equipo de misionarios de los EE-UU trayendo
la palabra del Gran Jefe), Roosevelt (un equipo de estudiantes de secundaria
del colegio) y Team Canada. Éste último era el que más se divertía en la cancha
y tuve el gran placer de poder entrar en este gran equipo. El talento
canadiense, la gran fuente de nuestro patriotismo allí, contaba con dos
policías de la PRMC, Alain Lambert y Jim Whalen, Stuart Bale, el agregado
administrativo, encargado de la administración de la embajada, David Marshall,
un funcionario de la sección comercial, Gilles Rivard, cabeza de la sección de
desarrollo, Jules Audet, representando el programa de desarrollo Canadá-Perú,
Dave Schmidt, la cara de FedEx, Michel, un funcionario de la ONU quien era
idéntico a Jean-Claude Van Damme, y Scott, el único americano quién había sido
excluido de la selección de la DEA por algún motivo. Brian se encontró con una
responsabilidad en la que demostraba un enorme potencial. El lanzador. Mario
Lambert y yo también figuramos en este grupo, representando el talento de una
nueva generación.
Los canadienses nos explicaron el reglamento a mi hermano y a mi,
enfocando sobretodo que el propósito era de solo salir, intentar de pegarle a
la pelota y divertirse. Este era el motivo principal de la velocidad del
lanzamiento. Cualquier jugador se le daba la oportunidad de mostrar sus
talentos en la cancha y sobretodo, al poder pegarle a la pelota, sentirse como
todo un héroe. Todos y ninuguno a la vez éramos héroes. Mis compatriotas se
armaron de una filosofía única al jugar, incrementando el potencial para
pasarla bien. Recuerdo en ciertos momentos, nuestros bateadores quienes sus
nombres no serán mencionados, salían corriendo de la caja desde donde debían
permanecer al batear, persiguiendo pelotas sólo para golpearlas mientras que
una ola de carcajadas inundaba el campo de juego. El espíritu deportivo siempre
resplandecía desde nuestra banca apoyándonos entre todos, mismo si sabíamos que
nuestras acciones eran ridículas. Nuestros contrincantes parecían no estar de
acuerdo con la falta de importancia que le dábamos a la competencia y seguir al
pié de la letra los reglamentos. Los árbitros eran de los pocos peruanos en la
liga de los fines de semana y no tenían ni el mínimo conocimiento de los
reglamentos, cómo por ejemplo el área de juego – si una pelota sale fuera de la
línea del terreno ya no está en juego sólo si la atrapaba la persona en la posición de defensa – o un strike –
cuando el bateador no logra hacer contacto con la pelota o esta misma viaja en
parábola terminando en contacto directo con el diamante. Esto si era a veces
frustrante pues algunos equipos no optaban por batear si no hasta que la cuenta
no iba a favor de ellos. Recuerdo que a veces que mi hermano salía disparado a
quejarse ante las terribles decisiones de los árbitros y todo nuestro equipo
corría a apoyarlo y defender los intereses de los nuestros. Los demás equipos,
quienes tomaban este juego muy seriamente y la mentalidad competitiva era común
y excesiva, pero los canadienses no concordaban. No estábamos en el terreno de
juego para ganar – lo cual no solíamos hacer a menudo – pero sentíamos que
merecíamos ser evaluados bajo el mismo reglamento que nuestros rivales. Si nos
quejábamos, los demás equipos y sus aficionados (normalmente las esposas
asistiendo al partido) nos consideraban como quejumbrosos. Si ellos lo hacían
era normal. Seguramente con esa lógica, era una liga de quejumbrosos. Sin
embargo, la mayoría de las veces, nadie se divertía con tantas carcajadas y
risas como nosotros.
Jamás en la vida, Brian y yo habíamos jugado ni béisbol ni softball .
Esto no fue ningún obstáculo para tener las ganas de participar es esta
actividad. All principio, yo no sabía ni en que mano debía usar el guante, si
en la derecha o la izquierda, pues no me acomodaba – aunque soy ambidextro.
Durante el precalentamiento de un partido semanal – nuestra única práctica – no
alcancé a atrapar una pelota que me lanzó Jim Whalen, la cual se impactó en mi
rodilla. Ese si fue un gran dolor que decidí no volver a sentir en la vida. Me
recomendó de caminar hasta que se me fuera el dolor, tal como la haría un
policía antibalas super macho. Tenía razón. Aunque no nos impartieron
conocimientos técnicos del deporte (por ejemplo, como posicionarnos para
atrapar una pelota, defender un batazo mandando la pelota al raz del suelo, o
mismo como calcular el momento para batear), seguimos adaptando una variación
del deporte parecido al pasatiempo favorito de los EE-UU. Ya era obvio que este
juego no requería mucho esfuerzo físico aunque ninguno de nosotros era
excelente. El tener reflejos rápidos para poder reaccionar rápidamente era
clave. Los Marines siempre apoyaban sus integrantes del plantel sin
importar el lanzamiento diciendo “buen ojo” (literalmente, pero significando
buena decisión al no batear). La pelota que usaban en esta liga era bastante
más grande que la de béisbol. No sólo era más fácil ver la pelota pero por ser
de ese tamaño, si no que el aire le presentaba más resistencia obligándola a
disminuir su velocidad de viaje. A parte de esto, dependiendo de la
responsabilidad asignada en el papel defensivo, a veces uno debía correr cortas
distancias rápidamente, pero también en forma repentina. Realmente, cualquiera
podía jugar este juego. Estaba convencido que podía mejorar en este deporte con
el entrenamiento adecuado, pero nuestro equipo no lo consideraba importante. El
precalientamiento antes de un partido era
suficiente, una mentalidad muy canadiense ante la competencia.
La mejor foto que encontré del terreno |
La liga estaba pasando por un período de
expansión al recibir un nuevo equipo el mismo año en el que Brian y yo éramos
novatos. El equipo se llamaba Mobil. El plantel contaba con altos ejecutivos
americanos de la empresa Mobil Oil, llegando al Perú para dar inicio a grandes
proyectos de explotación petrolera. El resto del grupo eran peruanos que al
parecer, no había sabido que existía este deporte y sus caras todas parecían
expresar sin palabras que los habían forzado de alguna manera a participar. Eso
sí, tenían unos uniformes muy buenos. Quizás uno de ellos perdió una apuesta en la noche de poker pero no parecían querer
estar ahí. El partido de inauguración fue contra nuestro equipo, el único que
ganamos nosotros sin dificultades. Era difícil creerlo pues normalmente no
ganábamos. De hecho, Stuart Bale, lo más cercano que teníamos en nuestro equipo
como capitán, no pudo ir ese día debido a un malestar. Al llegar el lunes al
trabajo, mi padre lo vió y le dió la buena noticia. Al escuchar esto, Stuart se
veía tan deslumbrado al darse cuenta que era la única vez que no jugó en el
partido y que había logrado ganar su equipo desde su llegada al país.
Mobil mejoró al mostrar un gran trabajo de equipo en la cancha, llevándolos a
declarar que antes de terminar la temporada, le iban a ganar a los canadienses.
Entrenaron dos veces a la semana en el colegio mientras que los canadienses
siguieron su rutina bien establecida de no darle importancia a la competencia.
Cuando el gran día arribó, ese equipo convencido de su meta que le daría un
sabor dulce a una temporada difícil, no logró alcanzar su meta. Perdieron ante
Canadá. Me encantó estar en ese equipo porque me dió un gran sentido de
caballerismo a nivel deportivo y como trabajar en equipo, considerando el gran
valor del espíritu deportivo: Era tan sólo un juego.
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