La espiritualidad, sin importar los detalles en cuanto a la práctica, nos ha acompañado a lo largo de nuestra existencia en este planeta. La mayoría entre nuestra raza humana, cuando se encuentran ante un enorme desafío, busca canalizar energía positiva para salir adelante invocando los cielos. Parecemos estar convencidos de que algo o alguien está allá en lo alto entre las nubes, velando por la mortalidad de los pobres terrícolas. En el año 2005 – los datos más recientes que he podido encontrar – aproximadamente 88 por ciento de la población mundial dicen “creer en Dios” (Universidad de Cambridge). Tan sólo en los Estados Unidos, este mismo estudio demuestra que el 95 por ciento de los estadounidenses concuerdan tratándose de la misma pregunta. La respuesta incluye creer en una fuerza o energía de vida que usa lo que nosotros exponemos al mundo externo que forma nuestra realidad compartida. ¿Podría ser que la gran mayoría de nuestro planeta ha descubierto algo?
Ana reconectándose a la Pachamama |
En mi época de adolescencia en el Perú – sobre todo después del cáncer de mi madre – me reconcilié con mi parte espiritual, volviendo a ir oir misa de manera regular. Anteriormente, mi problema principal no era contra la administración y los escándalos rodeando casos de abuso sexual a menores de edad pues creo que estos casos van más allá de la denominación religiosa. Esto de ninguna manera significa que apoyo estos actos terriblemente infames. Mi hermano y yo fuimos durante algún tiempo acólitos en la iglesia de nuestra comunidad y nunca fuimos víctimas de ningún abuso. Por lo general, los católicos no somos personas que respondemos en forma violenta a acusaciones de ser proponedores de la pedofilia. Sabemos que no los somos. La verdad es que a veces la voz de los pocos que dirigen sus protestas son más fuertes que los devotos. En la creencia católica, nos enseñan a perdonar y actuar con humildad y responsabilidad, no sólo hacia nuestra comunidades, si no también hacia todos nuestros hermanos y hermanas. Estos pueden ser de diferentes ramas religiosas pues no los consideramos como enemigos o que su destino sea de pasar una eternidad quemándose en el fuego del infierno bajo el cálido cuidado del mismo Lucifer. El tiempo vergonzoso de la inquisición ya forma parte de una historia que merece la pena ser recordada.
Los residentes de nuestro opulento barrio en Chacarilla se congregaba los fines de semana para celebrar la santa misa en el colegio Santa Maria a unas cuantas cuadras de nuestro hogar. La misa del domingo se celebraba curiosamente en la cancha de basquetbol de esa institución, algo que me parecía poco serio. En cada ocasión, esperaba que tocaran la bocina indicando el final del partido o bien ver a alguien catapultado por el aire para volcar la naranja pero en vez de esto, un aborigen corpulento entonaba himnos acompañándolos con su guitarra, dando la idea de una falta técnica. Todo esto me parecía entrar en el terreno de lo aceptable. Era un verdadero ejemplo de cómo acoger un grupo numeroso de invitados, algo que mucha gente buena haría. Mi descontento realmente era con los que asistían a la misa. Recuerdo salir un día caminando de vuelta a casa cuando vi un caballero acomodado meterse pedantemente a su Mercedes Benz seguido por su familia imitando cada movimiento. Al partir, el auto destruyó y acabó con la bicicleta de un pobre heladero. Después de haber comulgando y recibir la bendición, respondió a este accidente en el que él era el único responsable, bajando la ventana para extender su dedo medio y diciendo una sarta de groserías al heladero, las cuales prefiero no repetir. ¡Qué buen ejemplo para los chicos sentados en el asiento posterior...¿No creen?
Lo que pronto confirmé es que ser parte de una religión es como ser parte de una familia – tan grande que no conoces a todos personalmente. Los valores de esta familia se les explica a cada uno de la misma manera, pero la práctica a veces deja mucho que desear. Muchas veces uno no estará de acuerdo con la persona sentada a su lado pero siempre se debe rezar por el bien común, esperando que los que se distancían de un comportamiento fraternal despierten y vuelvan a formar parte de la humanidad. Algunas personas nunca logran el dulce retorno lo que no es muy bueno que digamos, pero tampoco se puede imponer la voluntad de uno a otra persona. Cada quien en este planeta ha sido condicionado por eventos que se han vivido y la religión nos sirve como una recomendación de cómo mejorar la humanidad. Las ideas son solamente propuestas y los líderes religiosos intentan de enfocar la importancia. Si los que se sientan en las bancas deciden apagar su luz interna, rechazando esta oportunidad para alimentar el alma, es lo que decidieron. Como todo: tómalo o dalo por perdido. Hay unos fuertes paralelos al ser padre o un tío. No puedes tomar la última decisión por alguien. Lo único que uno puede hacer es explicar a los seres queridos y guiarlos hasta un cierto punto y esperar que apliquen esa sabiduría en la trayectoria de su vida.
Para continuar a construir una comunidad global humanitaria, uno puede ser cristiano, judío, musulmán, shinto, budista – con lo que se sienta uno más a gusto es primordial y muy necesario. Sin embargo, saber que la diferencia es riqueza jamás se debe despreciar. Es lo que hace este mundo un hogar más interesante. Debemos cultivar más tolerancia. Mismo si una persona ridiculiza la religión, estos valores forman parte de nuestro proceso legislativo y nuestra forma de ser cotidiana. No hay ninguna manera de escapar esta realidad. El punto clave de esta publicación si me lo permiten, sin importar quien esté a tus alrededores, son personas tal como ustedes. Por lo tanto, es importante pensar antes de actuar pues quizás un día se inviertan los roles y siempre uno va desear que lo traten con cuidado, respeto e integridad cuando le va mal. Jamás juzgue un libro por su portada, puede estar muy equivocado al hacerlo.
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