En diciembre de 1989, ya estábamos instalados como familia en nuestro nuevo hogar en las Condes. Estábamos disfrutando de todo lo que el país tenía que ofrecer. Brian y yo, habíamos terminado uno de nuestro años escolares más corto en tiempo record y ahora nos concentrábamos en cosas importantes tales como la piscina, las clases de piano, los juegos con la enciclopedia y batallas importantes con los GI Jo. La primavera y el verano por fin habían comenzado y transformaron nuestro jardín posterior en un buen sitio para jugar. Dando vuelta a la hoja a las tediosas tareas de la escuela. Brian y yo, teníamos tiempo ahora para ver programas de televisión chilenos. También veíamos los dibujos animados americanos doblados al español y que estaban de una moda, estos eran: el Chavo del ocho y El Chapulín Colorado, programas de televisión de calidad importados a gran escala hacia el mundo de habla hispana, además otros programas favoritos tales como Thundercats. También me gustaba ver al mediodía una serie de televisión chilena llamada Los Venegas, un programa que introducía un nuevo concepto en mi vocabulario compadre y comadre. Mi papá por el contrario, él estaba trabajando muy duro en la Embajada y cuando llegaba a casa, a mi hermano y a mí nos gustaba estar con él. Veíamos junto con él películas y los noticieros de la tarde.
Elenco del Chavo del Ocho, de izquierda a derecha: Sr. Barriga, Dona Florinda, El Chavo del Ocho, Profesor Jirafales, la Chilidrina, Don Ramon y la Bruja del 71. |
El tiempo que pasamos viendo las noticias con mi padre era preciado, así como las relaciones con nuestros vecinos y amigos, esto alimentaba mi deseo por las noticias y adquirí un gran conocimiento acerca de la política mundial. Entendí que el hombre al mando era un general militar, Augusto Pinochet pero nunca entendí realmente en aquella época cómo fue que llegó al poder. La mayoría de la gente no se sentía cómoda hablando de este tema. Mis padres nos dijeron, a Brian y a mí, que éste era un tema delicado y que como invitados de Chile, teníamos que evitar el involucrarnos en política nacional especialmente con personas ajenas a nuestra propia familia. Yo lo tomé como una restricción prudente y lo entendí, pero no tenía ni la menor idea de las consecuencias que esto podría acarrear si no lo hacía así. Por lo tanto, decidí que seguiría las instrucciones de mis padres y que haría la mayoría de las preguntas a mi papá. El surgimiento del General Augusto Pinochet en el poder permanece aún como un tema controversial y una sólida separación entre chilenos de ideologías diferentes. Salvador Allende fue presidente durante los años 1970 y como jefe del estado había implementado normas tales como la redistribución de las tierras, la promoción de los derechos de los trabajadores, la nacionalización de las instituciones financieras y de las minas de cobre. Estas reformas de amplia escala habían causado alarma a la elite – comprendido el hecho de que se había alineado con Castro y la URSS – lo que ocasionó una fuga mayor de capital llevando país a todo un colapso de la economía nacional. El gobierno estadounidense temió un ‘efecto domino’ – terminología que quiere decir Guerra Fría, que si un país caía dentro del comunismo, se extendería hacia los países vecinos – en Latinoamérica, una región que se tomaba en consideración por su influencia esférica. Huelgas generales y disturbios civiles se estaban extendiendo por todo el país, llevándolo a un medio socio-político cada vez más difícil para el gobierno de Allende. Una vez que los disturbios y el descontento general aumentaron, la armada invadió La Moneda, el palacio presidencial en Santiago, expulsando a Allende e instalando a Pinochet y su junta militar.
Cuando llegamos a Chile, éste ya tenía dieciséis años bajo el régimen militar. El régimen de Pinochet, bajo presión nacional y extranjera, propició a que la población tuviera un plebiscito en 1988 proponiendo ocho años más de gobierno militar. El 56% de la población rechazó el que continuara el régimen militar y estuvieron a favor de elecciones democráticas. Pinochet y su gobierno permanecieron en control del gobierno durante un año más como primera etapa hacia elecciones abiertas a finales de 1989. Aquí fue donde los Bickford encajaron en la historia. Estábamos presenciando dicha historia como familia. Era evidente que los ciudadanos se regocijaban al ver un retorno hacia un mundo político y tener nuevamente la facultad de poder determinar su futuro político. Hasta los niños habían ejercitado su voz política, inclusive mi hermano y yo. Los candidatos principales para esta elección eran: Hernán Büchi, líder de la extrema derecha del Partido Progreso-Democrático y Patricio Aylwin, jefe del Centro izquierda de los Demócratas Cristianos. Mi hermano iba por El Pato y yo me había identificado con Büchi. Claro estaba que, ni Brian ni yo, teníamos ni la menor idea de que se trataban las plataformas electorales o las promesas de campaña, pero esto no nos impidió el haber encontrado una nueva pasión para este proceso. Mis padres se dieron cuenta del interés que habíamos desarrollado para este evento, entonces nos proporcionaron unas calcomanías, banderas y banderolas para nuestros partidos para que pudiéramos usarlos libremente en nuestra casa. Alentando nuestro anhelo de sensibilización y participación.
Para mi desgracia, mi amado candidato no fue el ganador. El honor se le confió a Patricio Aylwin y su partido Demócrata Cristiano. Mi padre tenía un alto cargo político en la Embajada del Canadá durante esta misión y entendió la importancia de estos resultados, el resultado potencial para Chile y lo que se esperaba para el futuro del país. Brian y yo, no teníamos un entendimiento claro o profundo. Sin embargo, nuestro apetito político y nuestra curiosidad serían recompensados algún día. En ese momento, la Embajada no tenía Embajador, entonces mi padre fungía como Encargado de Negocios y como tal sus obligaciones incluían el asistir a compromisos haciendo las veces de embajador. Esto quería decir que tenía que estar presente en un evento importante y fue acompañado de sus compañeros más cercanos: Maman, Brian y yo. Ahora los cuatro nos dirigíamos a ver a Aylwin en persona pronunciando su discurso de victoria como nuevo jefe de estado electo ante una selecta audiencia de burócratas y dignatarios extranjeros – muy parecido al discurso de presentación de cuando llegué a la Alliance. Teníamos unos asientos excelentes en la primera fila, tan cerca a El Pato que podíamos notar con detalle cada gesto que acompañaba cada una de sus palabras. El General Augusto Pinochet también estaba presente, lo cual me presentaba mucha emoción después de haberlo en televisión. Una vez que los discursos se terminaron, le agradeció al público con un ademán de saludo y luego estrechó la mano de la gente, incluyendo la mía. ¡Me sentí tan honrado!
El General Augusto Pinochet entregando el poder a Patricio Aylwin |
Patricio Aylwin tomaba posesión como 31º presidente de Chile el 11 de marzo de 1990. Aunque muchos chilenos en Chile y en el extranjero celebraban este retorno a la democracia, Pinochet estuvo muy claro diciendo que permanecería como un defensor a la patria y sus intereses. El General Augusto Pinochet tenía que continuar con su rol como Comandante de la Armada y senador vitalicio. Al aproximarse el final de mis ocho años de edad y entrando a los nueve, desarrollé cierto interés por la política ya que me dí cuenta del impacto potencial que podía presentar a gran escala de las normas de la política, y lo importante que era el rol de los gobiernos y los líderes. El Caracazo en Venezuela estaba aún fresco en mi memoria y ahora habiendo presenciado el inicio del fin de la era militar en Chile, esto representaba un ejemplo más. Pude notar que existían temas delicados que a veces la gente tenía que tomar como un ejemplo neutro. Entendí que como extranjero, no debía meterme en los asuntos de otras personas ya que esto daría una mala impresión de mi país reflejándose a la vez en mis padres. El limitar mi comportamiento era sumamente importante ya que yo también de alguna forma o manera representaba a mi propio país. Yo sabía que la mayoría de los chicos de mi edad no tenían que apegarse a dicho protocolo y no habían pasado por la maravillosa oportunidad que yo tuve gracias al dedicado trabajo de mi padre a nombre de su propio gobierno.