Entre las
decisiones más complicadas que debe tomar un alumno de secundaria son las de
sus estudios en la universidad al concluir esta fase de su vida. En Roosevelt,
fuimos muy afortunados al tener una feria universitaria acogiendo
representantes de las mejores universidades de los EE.UU. y del Reino Unido. A
lo largo de los años que pasé en ese
colegio, jamás hubo oportunidad de que se presentara una institución
canadiense. Ésta era mi preferencia
viendo que mi hermano ya estaba de vuelta en nuestro país en University of
Western Ontario en London. Yo sabía que quería estar cerca de mi familia y en
mi provincia de origen, aunque me llamaban también la atención las prestigiosas
University of British Columbia y McGill. En cuanto a los EE.UU., los precios de
colegiatura eran estratosféricos y con
una gran posibilidad de terminar los estudios terriblemente endeudado lo que no
me parecía muy bueno. Las universidades canadienses reciben capital público lo
cual permite tener una colegiatura más baja y mejor acceso para el
ciudadano.
Todos necesitamos un poco de educación |
Mi
principal inquietud en este proceso decisivo a los 16 o 17 años era la falta de
apoyo. Mi consejero en el colegio, Mr. Robert Piper, era una gran persona pero
totalmente ajena a la realidad de mi generación. En una ocasión su consejo fue,
que no todos necesitan ir a la universidad. Muchos de su edad no habían
siquiera terminado estudios de secundaria, algo que limitaría el futuro a una
persona de mi generación. Yo tenía claro que deseaba estudiar ciencias
políticas y después hacer carrera como funcionario público en el gobierno
canadiense sea como analista o investigador. Había desarrollado una admiración
no sólo por el trabajo de mi padre
si no también por el profesionalismo de sus colegas y lo que hacían por el
Canadá. Muchos de nuestro compatriotas radicando en mi país no podían ni
imaginar lo que significaba el sacrificio y el esfuerzo que ponían ellos mismos
en ese servicio. Ese reconocimiento no influenciaba mi decisión ya que para mí,
no existía más grande honor que servirle a mi país.
Quizás por
el hecho de ser parte de un grupo de expatriados – aunque dudo que lo contrario
sea mejor – no había nadie para guiarme en este proceso. El concepto puede
originarse en el principio de que si te aplicas, todo es posible. Esa
estrategia es ideal en situaciones en que uno puede manipular todo el ambiente
que lo rodea a su favor – normalmente, este caso nunca se da. En ese momento,
me hubiera encantando pasar un tipo de examen de aptitudes que tomara en
consideración mis puntos fuertes, mis intereses, correlacionado con la demanda
en el mercado del trabajo después de unos 4 o 5 años de inversión académica. No
todo el mundo puede ser jefe de la corte suprema, jefe corporativo de un banco, cabeza de una junta médica o primer
ministro. Muchos sistemas educativos suelen llevar de la mano a sus alumnos
hasta que, de un día a otro, esa mano firme que daba confianza te suelta. Los
alumnos jóvenes de repente los empujan de lado y al hacer esto, les dicen que
deben tomar esas decisiones por cuenta propia. Ellos son los maestros de su
destino. No hay ninguna transición fluida pero aún menos en nuestros sistemas
norteamericanos.
Una de
las mejores herramientas a mi disposición era el MacLean’s Guide to Canadian
Universities – una excelente guía de universidades canadienses. Esta revista
contaba con un ranking de nuestras universidades por provincia, disciplina,
facultades, becas, población estudiantil y otros factores sumamente
importantes. Después, creé mi propia lista de mis cuatro preferidas según el
criterio del OUAC (Centro de Solicitudes Universitarias de Ontario). Ésta fue una maravillosa introducción
al mundo de la burocracia canadiense. Todos nacimos para ser contadores. En mi
lista estaban Carleton University y University of Ottawa, ambas en la ciudad
capitalina, Trent University y University of Western Ontario. A estas alturas,
ya sabrán porque escogí esta última después de haberme seguido por estos medios
todo este tiempo. La Embajada del Canadá también tenía algunos folletos para el
público pero no estaban actualizados. Estoy seguro que muchos de mis compañeros
se toparon con los mismos problemas al tener que tomar esa decisión tan
estudiada.
La evolución de la circular de solicitud OUAC |
Debido a mi grupo de amigos un tanto cuanto
internacional, muchos de entre nosotros sabíamos que este siguiente paso acarrearía
una separación al grupo. Quizás por este motivo evitamos mucho tratar este tema
en nuestro círculo de confianza. Nunca pensé en que notas tenían ellos, el
futuro que les esperaba, ni que querían hacer después de nuestra graduación. Yo,
solamente, pensaba que al terminar,
todos volveríamos a nuestros países de proveniencia o algunos irían a
aventurarse a tierras ajenas. Nos concentramos más en el ahora, esos grandes
momentos que definieron ese presente y que ayudaron a establecer esa unión. En
cuanto a mis obligaciones, logré mantener un equilibrio en mis estudios,
asegurando un puesto en esas cuatro universidades y seguí bateando para mi
equipo de softball. El mañana aún estaba muy lejos.
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