Francia estaba bajo los ojos de todo aficionado
del futbol en 1998. Todas las estrellas formaban su propia constelación en uno
de los torneos – para algunos el único – más importantes en el mundo del
deporte internacional. Algunos países festejaban su regreso al certamen y otros
debutaban. Yo estaba emocionado por todo el talento latino que logró superar
las eliminatorias. Como siempre suele ser el caso, Brasil entraba de favorito,
sobre todo por la presencia de un Ronaldo a una altura insuperable apoyado de
Rivaldo, Roberto Carlos, Bebeto y Cafú, los maravillosos embajadores del joga bonito. Argentina entraba
fuerte al torneo con el héroe artillero Batigol. Chile presentó un nuevo retorno
después de su larga pausa, armada de Marcelo Salas e Iván Zamorano, un
verdadero duo dinámico. Paraguay lucía uno de los mejores arqueros en la
historia del juego, José Luís Chilavert, quien desarrolló una gran reputación
goleadora en tiros libres – una hazaña jamás lograda por un arquero en este
prestigioso torneo.
Argentina: Otro año, otra lágrima |
Cuando uno vive en países futbolistas, uno se
da cuenta que el mundo entero sabe cuando hay partido. Tanto en Inglaterra como
en Alemania, se notan terribles bajas en la productividad por la ausencia en el
trabajo de los fanáticos. Lo mismo se observa en el Perú. Aunque estábamos en
el colegio, las clases parecían haber perdido su importancia, hasta para los
mismos maestros. Esta locura afecta indiscriminadamente gente de todas edades. Lo raro para mí era que el Perú no logró su clasificación durante las
eliminatorias. Por lo tanto, todos escogían su selección favorita y cada fecha
competitiva importaba. Es por eso que es el deporte del pueblo. Siempre
hay un equipo con el que la gente se identifica. Además, tratandose de un colegio americano con un alto
porcentaje de estudiantes de ese país, estos apoyaban a sus diplomáticos en la
competencia. Recuerdo estar en mi clase de computación mientras se disputaba el
partido EE.UU. contra Irán, el cual los persas ganaron luego de 90 minutos de
tiempo reglamentario. En mi vida he visto tanto apoyo e interés a este nivel
referente a cualquier otro evento internacional. Será seguramente por esto que
se llama “soccer” en América del Norte.
México fue una de las grandes revelaciones para mí. Los aztecas disponían de un
plantel poco conocido fuera de su liga doméstica y llegaron a Francia armados
de una determinación sin igual para demostrar su dedicación a este deporte.
Luís “El Matador” Hernández lideraba el ataque mexicano y realmente dejó una
imagen inolvidable en la historia de esta competencia. Empezaron su campaña
enfrentándose ante Corea del Sur, remontando un déficit en el marcador de 0-1
para ganar 3-1. ¡Qué gran revancha!.
Días después, perdían ante un buen armado equipo belga por 2 goles pero
lograron terminar el partido 2-2. El último enfrentamiento decisivo en la fase
de grupos fue ante los Países Bajos donde pudieron conseguir importantes puntos
empatando nuevamente 2-2. Esto no era nada fácil ante los Oranje. Los mexicanos
parecían haber encontrado el arma secreta en su banca, alguien llamado Jesús
Arellano. Cada vez que entraba de suplente, hacía una diferencia a favor de El Tri. Aunque me hicieron soñar
con su increíble garra, sobre todo al estar ganando 1-0 ante Alemania en la
siguiente ronda, no contaban con la ética trabajadora del alemán que luchó y
ajustició los aztecas con una sentencia final de 1-2. Fue devastador ese final
después de tanto progreso.
Los brasileros no convencieron. Aunque
disponían de los mejores jugadores del mundo vistiendo la camiseta de la
selección, parecía que poner la canarinha
de candidata fue una maldición de la bruja del balompié. En seis de los siete
partidos jugados en territorio galo encajaron goles como si tuviesen un ciego en
el arco. Muchos argumentan que no se producen grandes arqueros en ese país y
este mundial sirve para apoyar ese debate. Los héroes en la cancha estaban
hasta en frente con un modus operandi de “yo puedo marcar uno más que tú.”
Estos son los partidos que convierten a los que dicen que no hay goles en el futbol.
Para un verdadero hincha, la confianza se da en un equipo consolidado. Una
victoria preciada es un 2 a 0, más que un 7 a 6. El mayor desafio fue ante los
Países Bajos donde solo lograron ganar a penales. En ese momento, el verdadero
amante del fútbol esta sentado a la orilla de su silla, cerca de entrar en paro
cardiaco. Después de una larga lucha, lograron por fin llegar hasta la final
contra el anfitrión.
Zidane sentenciando los cariocas |
Las únicas victorias que convencieron de parte
de los franceses, fueron los partidos jugados en la primera ronda. Después de
alcanzar el pase a la siguiente ronda, los franceses se sentaban tranquilamente en defensa y
jugaron de manera como si cada partido fuese el último. Claro que cada partido
dejaba mucho que desear sobre todo cuando contaban con uno de los mejores
armadores de la historia, el capitán Zinedine Zidane. Él era capaz de desarmar
solo cualquier línea de defensa que le ponían en frente pero le faltaba un
francotirador natural que lo acompañara. El mejor partido de Francia fue la
final ante Brasil. El desorden que dominaba las alineaciones de los
suramericanos llegó hasta el tope ante los europeos organizados jugando de
locales. Dentro de los primeros 27 minutos, un hermoso tiro de esquina francés viajó
hasta la calva de Zizou dirigiendo el balón hasta lo más profundo del arco
carioca. Los brasileros parecieron responder únicamente con frustración,
dejándose caer en el mundo profundo de la humillación tras un marcador final de
3-0. A veces, una persona puede desmoronarse al coronarla de favorita.
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