Un(a) niño(a) de tercera cultura (TCK / 3CK) o niño(a) trans-cultural es "una persona que, como menor de edad, pasó un período extenso viviendo entre una o mas culturas distintas a las suyas, así incorporando elementos de aquellas a su propia cultura de nacimiento, formando una tercera cultura."

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domingo, 6 de marzo de 2011

La FIFA Copa Mundial Italia 1990

Al acercarse el invierno en junio de l990, la atención se apartó del nuevo presidente de la república para dirigirse hacia Italia. El evento más imporante en todo el universo llegaba en vivo y en directo desde Europa a la pantalla de nuestro televisor: El Mundial FIFA 1990. Este evento monumental hizo que todo lo demás fuese secundario, no sólo en Chile, pero en muchos países del mundo entero. Mis amigos estaban decepcionados porque la Roja – el equipo nacional chileno – no calificó al certamen. Se presentaron circunstancias dudosas con respecto al portero e icono nacional, Roberto El Condor Rojas en un partido clave contra Brasil, el que hubiese podido garantizar una entrada a la fase de grupos al obtener como mínimo un punto. Brasil fue el anfitrión de Chile en el Estadio Maracaná en Río de Janeiro, partido en el que Chile tenía que empatar o ganar para calificar para dicho prestigioso torneo. Chile estaba perdiendo 1 – 0 en la mitad del tiempo y durante la segunda mitad del partido, El Condor abrió sus majestuosas alas y voló de picada hacia abajo sobre la cancha, cubriéndose el rostro con sus guantes. Aclamó que una bengala había sido arrojada sobre el terreno de juego y le golpeó hiriéndolo al pasar. El partido se suspendió porque los chilenos se negaron a seguir jugando bajo circunstancias peligrosas e insistieron en volver a programar otro partido en un estadio neutral. Al poco tiempo de este escándalo, El Condor Rojas confesó que se había lesionado a propósito usando una navaja de afeitar ocultada en sus guantes de arquero. Un comité establecido de la FIFA entonces descalificó a Chile de la eliminatoria y declaró que La Roja no tendría la oportunidad de jugar la eliminatoria para el Mundial 1994.

Anuncio del Mundial Italia 1990
Esta catástrofe nacional demostró lo mejor de los aficionados chilenos. Sin La Roja a quien irle, empezaron a apoyar equipos de América del Sur de la Confederación CONMEBOL que calificaron, incluyendo los campeones defensores, Argentina. Muchos de mis amigos y mi hermano se unieron a la hinchada argentina. Maradona estaba a cargo de la albiceleste cuando se midieron ante Camerún, Rumanía y la Unión Soviética, habiendo todos impresionado durante sus eliminatorias respectivas. Diego Armando Maradona había desempañado un rol importante en el Calcio italiano cuando lució los colores de la S.S.C. Nápoles. Se convirtió en un jugador que se nombraba en todos y cada uno de los hogares ya que llevó a los napolitanos a la edad de oro, siendo éste el único equipo del sur de Italia en conquistar la Serie A y llevándose la prestigiosa Champions League. Maradona era social y culturalmente como un Dios en la región. Muchos admiraban su espíritu luchador junto con sus aptitudes prácticamente artísticas con la esférica, comprendiendo el famoso incidente de la Mano de Dios cuando Argentina apabulló a los ingleses en México '86. Algunos expertos a menudo tachan a Maradona de haber marcado el gol más bonito y el gol más oportunista en un mismo partido. A pesar de fuertes críticas, muchos sudaméricanos vieron como una victoria para el mundo en via de desarrollo contra la riqueza y los recursos del primer mundo. Era interesante para mí ver que incluso en el mundo del fútbol existía un papel político.

La campaña de la selección Maradoniana fue un atropello al enfretarse ante el Camerún de Roger Milla que logró derrotar a la albiceleste 1-0 con tan sólo 9 jugadores en el campo de juego del San Siro de Milán. Este juego fue una de las más grandes sopresas en la historia del torneo. Muchos aficionados argentinos estaban furiosos de que un equipo africano hubiese sobrepasado a su nombrado equipo estrella – A menudo, las selecciones afriacanas eran subestimadas en este campeonato, hasta que Roger Milla logró cambiar la imagen del futbol africano. El próximo partido, el fútbol lindo estaba de vuelta en la cancha,  ganándoles a los Soviéticos 2-0. El próximo y último juego en la fase de grupos sería facilísimo porque jugarían en Nápoles, el segundo hogar de Maradona. Los sudaméricanos creyeron que esto sería una ventaja en el partido ante Rumanía, gozando del repaldo de los aficionados grácias a la popularidad del capitán. Al arribo del día del enfrentamiento, los argentinos cayeron en cuenta que el apoyo deseado para sentirse como locales no se les iba a cumplir. Los aficionados italianos crearon un ambiente poco favorable para ambos equipos y el juego terminó empatando 1-1. Maradona, como era común a lo largo de su carrera, arremetió contra la prensa y los aficionados italianos, recordándoles lo que había logrado en Italia, declarando a los medios de comunicación que se sintió traicionado por toda una nación y que había superado su bienvenida en el país. Describió la herencia común de los italianos del sur con los argentinos, haciendo notar que el origen de muchos argentinos es de las áreas pobres del Mezzogiorno. En los partidos a seguir, el comportamiento de la hinchada italiana cambió hacia el plantel argentino, lo que hizo que Maradona apareciera como un líder socio-cultural.

En la fase eliminatoria, hubo dos partidos que me dejaron un sentimiento medio amargo  como avido fanático del fútbol. El primero de estos acarreó un cierto sentimiento parecido a un conflicto de interés. La Argentina estaba enfrentándose a Brasil su feroz rival, quien había sido históricamente responsable por memorables disgustos en las ambiciones del fútbol de la albiceleste. Sentí que le debía algo de lealtad al conjunto de a canarinha, ya que éste fue el primer país donde viví. Sin embargo, era prácticamente imposible evitar el ser consumido por el estilo que Argentina demostró como equipo en el terreno de juego. Cuando el partido comenzó, me encontraba profundamente concentrado por el va y ven del juego y tenía muchísimo tiempo para decidir mi lealtad. Había jurado irle a Maradona pero podía cambiar esta decisión como el juego estaba en situación estancada al llegar al medio tiempo. Sergio Goycochea, mejor conocido como El Goyco, estaba jugando el juego de su carrera internacional en el arco argentino. Los brasileros no parecían poder romper la defensa cerrada y se mantuvieron firmes en su propia cancha. Ningún equipo logró superar al otro. Y así continuó a ese ritmo durante la segunda mitad del juego. No fue si no hasta los últimos diez minutos del juego que Argentina irrumpió en rápido contraataque liderado por Maradona, mando un pase encontrando a Claudio Caniggia totalmente habilitado a su izquierda, Caniggia pateó el balón colocandolo en un esquina del arco rival y ¡¡¡GOL!!! Mi corazón se paró. Mi primera reacción ante semejante maravilla de maniobra futbolística fue de júbilo como si hubiese dado rienda suelta a mis demonios internos. Se acabó el sentimiento de culpabilidad. La Argentina estaba de vuelta por buen camino donde había quedado en el 86.

Selección Argentina 1990.
El partido siguiente hacia el auto-descubrimiento como aficionado del fútbol fue la final. Los sudaméricanos dieron la pelea para superar a los equipos competitivos contra los cuales combatía. Todo lo que se les interponía en el camino para poder llevarse el codiciado trofeo, acompañado de la inmortalidad, eran los alemanes occidentales. Lothar Matthaus y Jürgen Klinsman compartían la misma ambición por la gloria como sus rivales argentinos y iban a pelear cada centímetro de la cancha. El juego fue similar al partido ante Brazil para la albiceleste. A como diera lugar se propusieron llegar al área alemana, encontrándose con una fortaleza defensiva insuperable. Nunca perdieron de vista su objetivo y sólo necesitaron un corto lapso en la defensa alemana para ganar el trofeo y llevarlo a casa. Pronto, el minuto 80 llegó. Todo el estadio se convirtió en un frenesí. Se le marcó un penal a los alemanes bajo circunstancias sospechosas y los ánimos de ambos equipos comenzaron a tramar. Los alemanes marcaron gol. Literalmente, sentí como si me hubiesen dado un tiro al corazón. Mi hermano y yo, ya no queríamos ver el partido pero al mismo tiempo no pudimos desistir. Creíamos en Maradona y su destreza. Sabíamos que podía salvarlo. Los últimos diez minutos se llevaron a cabo a un ritmo deslucido. Ahora todo podía cambiar de un minuto a otro. En cualquier minuto. El arbitro pitó el silbato final, los jugadores alemanes se lanzaron a la cancha festejando, y Brian y yo, tuvimos que aceptar el resultado 1-0. Nuestros valientes guerreros se dejaron caer al suelo como si les hubieran cortado las piernas y tuvimos que compartir el dolor en nuestra sala de televisión. Ese día, el silencio reinaba en Santiago más que de costumbre. No había nada que celebrar ya que el máximo galardón no retornaría a Sudamérica. Lo único que quedaba en la vida era la esperanza de que cuatro años más tarde, Sudamérica tendría una oportunidad de redención.

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