Un(a) niño(a) de tercera cultura (TCK / 3CK) o niño(a) trans-cultural es "una persona que, como menor de edad, pasó un período extenso viviendo entre una o mas culturas distintas a las suyas, así incorporando elementos de aquellas a su propia cultura de nacimiento, formando una tercera cultura."

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domingo, 29 de abril de 2012

La Graduación: Mañana Es Hoy

Mucho puede pasar al cabo de cuatro años. En este momento recuerdo un comentario de un personaje interpretado por Matthew Broderick, el muy querido Ferris Bueller: “La vida pasa rápido. Si uno no se para y mira a sus alrededores de vez en cuando, la desaprovechamos.” El día que este joven adulto decide faltar al colegio, los espectadores observamos las ventajas de pasar tiempo con los amigos, poniendo de lado las responsabilidades escolares. En mi caso, me comprometí sinceramente al lado académico, gozando de las ventajas de ver a mis amigos, participar en deportes de equipo y continuar aprendiendo el maravilloso mundo de la informática. Esto fue mucho antes de que se volvieran populares los MacBooks. Los teléfonos celulares no sólo eran básicos pero incómodamente enormes con muy pocas opciones para traerlos en la ropa que traía uno puesta y cuando sonaba, costaba tanto sacarlo del bolsillo que a la hora de lograrlo, ya se había descargado la pila. En cuatro años, pasé de querer volver a mi país a considerar el Perú como mi segundo hogar.

Buen equipo... terrible camiseta

Al final de mis estudios de secundaria, tenía el mayor respeto por mis colegas. Ya no importaba las calificaciones, las actividades después del colegio, los clubes, pues todos habíamos viajado por el mismo duro camino juntos. Habíamos luchado en los mismos campos de batalla. Las diferencias que valorábamos y usábamos para definirnos de manera sin igual, separándonos en grupos distintos, ya no eran relevantes. Los días en los que nos cruzábamos en los corredores llegaron a su final junto con los almuerzos del mediodía y apurarnos para llegar a los entrenamientos. Durante mucho tiempo hicimos todo lo posible de ignorar lo que era inevitable. Muchos de nosotros, incluyéndome a mi, empezamos a charlar con personas que nunca antes habíamos tomado el tiempo para conocerlas, pues no nos habíamos detenido para mirar a nuestros alrededores de vez en cuando. Todos habíamos caído en cuenta de que mañana seguro no tendríamos más esa oportunidad. Ahora, se acabaron esas rivalidades juveniles llevando una pelea que ya ni tenía sentido y el diálogo mudó para convertirse en el de colegas de oficina tomando un café.

El día de la graduación arribó, marcando de manera oficial el final de mis deberes en el Colegio Roosevelt. Fue muy grata sorpresa entre probarme la vestimenta tradicional para tal ceremonia, dejarme crecer una preciosa barba y que llegara mi hermano mayor para compartir conmigo este semejante logro. Me mencionó por teléfono que no vendría y no recuerdo si era por cursos de verano que tomaba o responsabilidades laborales en London. La verdad fue que era todo un juego psicológico conmigo pues él tenía todas las intenciones de estar en Lima para ese gran momento. Fue una gran sorpresa planeado por mis tres mejores aliados. Para la entrada a la ceremonia, Alejandro y yo decidimos formar nuevamente un dúo dinámico, o por lo menos, los dos chiflados. Fue una despedida perfecta de este colegio tomando en cuenta que él fue mi primer gran amigo allí, lo cual me dio mucha felicidad. Nos pusimos de acuerdo en último momento para hacerle un gran tributo a Napoleón Bonaparte, ocultando la mano a nivel del vientre en nuestro camino hacia las gradas. Que gran procesión, sobre todo al ver los padres de mis amigos los cuales nos felicitaban al avanzar por el pasillo.

Esta gran celebración fue como muchas fechas importantes en la vida de un niño de tercer cultura. No había nadie de mi familia – ninguna relación familiar compartiendo un enlace consanguíneo – tal como todos los cumpleaños, primera comunión, confirmación, etc.. Esta ausencia, la que muchos considerarían importante en el camino hacia llegar a ser adulto, nunca realmente causó algún bajón en mi estado de ánimo. Eso fue algo que viví desde pequeño lo cual se me hacía muy común a estas alturas. De cualquier modo, si algún dedo apunta en acusación de negligencia, yo también sería culpable viendo que mi falta era la misma en sus propios momentos importantes. Mis amigos, quienes compartían circunstancias similares a las mías pero seguramente estaban viviendo su primera misión  fuera de su país, sufrieron un poco más. Yo tuve presente mi familia transitoria, lo que se acontece normalmente en cada lugar: mis amigos, sus padres – los que se convierten en tíos y tías en un sentido muy lindo en muchos países Sudamericanos – el personal de la embajada y mis favoritos padres y hermano. Todos ellos son las personas con quien naturalmente encontramos un enlace, pues son los que están en mejor posición para entender lo vivido y sobre todo, el sacrificio que se hace en una vida que muchos consideran ‘la buena vida del eterno veraneante.

Veni, vidi y algo de vici


Los últimos meses de una larga despedida en Lima pasaron lentamente. Yo había logrado establecerme y mantener un lugar en lo que me permite de esa manera llamarlo MI colegio, pero también me hice una vida en la cual fui muy feliz. Me iba a ser difícil despedirme de todo y empezar de nuevo. Entendía perfectamente que mi futuro era lejos del Perú – al igual que el destino de todos mis compañeros en mi grupo pues todos embarcábamos en expediciones muy distintas – pero era duro aceptar el por qué. Lo que nos quedaba del verano fue genial, sin clases ni tarea para distraernos. Mis amigos y yo nos comprometimos a aprovechar cada momento como si fuera el último, mismo cuando debíamos absorber los golpes fuertes de la ausencia con los primeros desertores. Después de la graduación, empezó una gran racha de fiestas en casa de todos y cada uno, por la ciudad, todos estaban invitados, sin excepción alguna. Se pedía pasar la voz – avisar a todos. Íbamos a pasarlo de lo mejor antes de que nos tocara tomar el avión que simbolizaba el final de nuestra era dorada.

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