Un(a) niño(a) de tercera cultura (TCK / 3CK) o niño(a) trans-cultural es "una persona que, como menor de edad, pasó un período extenso viviendo entre una o mas culturas distintas a las suyas, así incorporando elementos de aquellas a su propia cultura de nacimiento, formando una tercera cultura."

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domingo, 3 de junio de 2012

Quebec, La Bella Provincia


Hace unos cuantos meses después de mi entradade fin de año, uno de mis queridos lectores me mandó un mensaje preguntándome mis opiniones sobre el Quebec – nuestra provincia mayormente francoparlante. Esta persona me mencionó que sería interesante entender mi perspectiva general relacionada con esta región y su lucha para preservar su identidad única, mientras el resto del país – lo que comúnmente llaman el “Canadá inglés” – sigue apoyando las muchas variaciones de la política del multiculturalismo. Es claramente un desafío para mí intentar compartir mis opiniones dentro del formato de cinco párrafos, pero lo haré lo mejor posible para subrayar aunque sea, lo más importante. Siento el haber tardado también para tratar este tema con más seriedad hasta este momento, pero es con gusto que les comparto lo siguiente sobre La Belle Province.

Vista del Marché Bonsecours, Montreal, Quebec

Siento una gran admiración por el Quebec y su grandioso pueblo después de pasar mi historia más reciente como un vecino en el sur de Ottawa, tan sólo a unos 30 kms de la frontera con Gatineau. Durante los últimos 12 años, he tenido varias oportunidades para visitar diferentes ciudades y pueblos para disfrutar de los maravillosos paisajes, descubrir los tesoros de una tierra imponente y conocer la gente que la habita. Los québécois son personas orgullosas y lo digo con una connotación positiva. Su territorio forma parte de ellos, corriendo por sus venas patrióticas, lo cual puede explicar el cuidado que tienen por cada centímetro de sus pueblos como si todos fueran patrimonios de la humanidad de la UNESCO. Esta gente puede ser de los pocos habitantes del continente que está realmente conectada a la pachamama (divinidad de origen inca que se identifica "madre tierra") – la madre tierra que tenemos bajo nuestros piés. Son anfitriones sin igual – en mis experiencias como visitante, jamás me han tratado mal, quizás por ser francófono – y después de pasar tiempo en cualquier lugar de esa preciosa provincia, siempre vuelvo como si hubiese dejado mi propio hogar y mi gente llena de pasión.

Montreal fue una vez el centro de la economía canadiense, y sigue siendo una de las urbes más vibrantes. Visitantes vienen de todos y cada uno de los rincones del planeta a conocer el casco viejo, el parque Mont Royal y hasta el casino. Yo suelo llamar esta ciudad El París de América del Norte" – seguramente no fui yo quien inventó este apodo, pero creo que el adjetivo complementa perfectamente esta ciudad. Al pasear por la Avenida Ste. Catherine, uno se siente como parte de un jurado de un desfile de modas privado al ver la gente vistiendo ropa de diseñadores que están de moda. No necesita uno romper la alcancía para vestirse bien, aunque algunos parecen gastar hasta el último centavo para deslumbrar. Joven o viejo, todos parecen darle una gran importancia a su apariencia física, vistiendo lo mejor posible para dar una imagen insuperable. Si uno tiene algo de hambre, existe un mundo casi infinito de restaurantes gourmet sirviendo platillos desde los más simples hasta los más exóticos para todo tipo de presupuesto y de paladar. Después, tome un taxi barato – comparado a las demás metrópolis en el continente – para llegar al próximo lugar en su itinerario. La vida nocturna nunca termina y sobrepasa la de cualquier otra ciudad en el país  la que seguramente irá dejando buenos amigos atrás. Como lo dijo Samuel de Champlain: “Hay que trabajar duro para que la fiesta sea mejor.”

Si en algún momento se cansa del ajetreo de la vida urbana de Montreal o simplemente prefiere compartir la tranquilidad con la Madre Naturaleza, hay varios lugares esperándolo por doquier en toda la provincia. El alojamiento está diseñado por un buen gusto innovador y sofisticado del Quebequense. Tienen la destreza perfecta para combinar el confort con el presupuesto, algo que el Torontoniano viajando a los lagos de Muskoka desconoce. Esto es lamentable pues también tenemos unos paisajes increíbles en Ontario, pero ningún lugar de donde disfrutarlos. Cuando se trata de pagar por una noche de hotel, nunca debería de asociarse con la cantidad de lo que uno paga – como suele ser la regla en Ontario – si no con la calidad – como lo he podido disfrutar en mis viajes por todo Quebec. Nuevamente, se nota ese orgullo en hacer las cosas y cuidar el patrimonio, como por ejemplo al visitar el pueblo de Mont Tremblant, que parece algo dibujado para una película animada de Disney. Siempre se queda uno con ganas de volver.

Paseando en trineo de perros por Montebello, Quebec

Quebec ha logrado mantener esa distinción que la define como una sociedad distinta y única dentro del Canadá. Tradicionalmente, su gobierno ha adoptado políticas conservadoras en cuanto a la evolución de su cultura nacional, optando protegerse ante el tsunami anglófono que la rodea. El resto del Canadá ha optado por la banda contraria, siendo a veces demasiado liberal, con muchas antiguas y preciadas tradiciones dejadas a un lado – ese lado más allá de lo evidente – para recibir grupos minoritarios llegados de otros países o gente nacida en el mismo país que no sabe ni quiere saber su propia historia. Yo prefiero un ‘termino medio’ en el que los inmigrantes puedan mantener sus costumbres respectivas, pero aprendiendo y practicando también las del país en el que viven. Debemos respetar las tradiciones de nuestros antepasados, celebrar la diversidad cultural en la que vivimos junto con nuestras raíces para crear un futuro prometedor para las generaciones del mañana.

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